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martes, 14 de junio de 2016

Ciencia y sabiduría: Jerome Lejeune

Hace un mes tuve la posiblidad de asistir a la presentación en la ciudad de Valencia de la Fundación Jerome Lejeune. Como es conocido de todos Jerome Lejeune fue médico investigador que descubrió la trisomía cromosómica en el par 21, causante del denominado Síndrome de Down. Durante el acto de presentación se proyectó el documental sobre la vida del Dr. Lejeune "A los más pequeños de los míos". El drama de Jerome Lejeune fue constatar que su descubrimiento fue usado para el análsisis prenatal de individuos afectados por el síndrome de Down y que finalmente terminarían abortados. Su defensa de la vida en el seno materno al final de los sesenta e inicios de los setenta fue titánica. Pero todo ello, le supuso la crítica e incompresión de la universidad donde era docente, el arrinconamiento y olvido de la comunidad científica e incluso perder la posibilidad de optar por el mismo premio Nobel. Quisiera aconsejar a todo el mundo desde este humilde blog que acudan, en la medida de sus posibilidades, a los distintos pases de esta película que se vienen organizando en varias ciudades españolas. De lo mejor que he visto en los últimos años.
Pero además, la proyección del documental me evocó muchísimas de las ideas de Romano Guardini que hemos comentado en este blog. Entre ellas, por ejemplo la siguiente: 
"El hombre de la Edad Moderna opina que todo incremento del poder constituye sin más un progreso, un aumento de seguridad, de utilidad de bienestar, de energía vital, de plenitud de valores. (...) Ahora bien, un análisis más riguroso pone de manifiesto que en el transcurso de la Edad Moderna el poder sobre lo existente, tanto cosas como hombres, crece ciertamente en proporciones cada vez más gigantescas, en tanto que el sentimiento de responsabilidad, la pureza de la conciencia, la fortaleza del carácter, no van en absoluto al compás de ese incremento; pone de manifiesto que el hombre moderno no está preparado para utilizar el poder con acierto; más aun que en gran medida incluso falta la conciencia del problema, o bien se limita a ciertos peligros externos, como los han hecho su aparición en la guerra y son discutidos por los medios de comunicación.” (El ocaso de la Edad Moderna, en Obras. Vol. 1, Ediciones Cristiandad, Madrid 1981, 94).
Es decir, el avance científico no trae necesariamente por sí mismo un progreso real para la humanidad si no vela la ética por un uso responsable del mismo. No es suficiente la ciencia que nos saca de la ignorancia, es necesaria la sabiduría para usar con acierto de los conocimientos apenas conquistados. También me recordó el documental algunas palabras escritas por Guardini  en el contexto de la defensa de la vida no nacida y la protección debida por parte de los médicos. El médico, escribía Guardini: 
“(…) defiende el derecho del enfermo contra la brutalidad de los sanos. Y defiende el derecho del ser humano en gestación contra el egoísmo de los adultos; incluso el egoísmo debido a la necesidad. Ello implica una integridad apoyada en la clara visión de la esencia del hombre y la absoluta obligación respecto a su dignidad” (El derecho de la vida humana en gestación, en Preocupación por el hombre, Cristiandad, Madrid, 1965, 189).
Pero aquello qué más me evocó a Guardini, fueron las últimas imágenes del documental. Se trata de un extracto de una conferencia en la que el Dr. Lejeune afirma que la ciencia y la técnica son por su naturaleza acumulativas. Cada vez sabremos más y tendremos más poder. Pero la sabiduría no. La sabiduría no se obtiene por saber más. Y él se hacía eco de la sabiduría que nos ofrece el capítulo 25 del evangelio de Mateo: "Lo que hicistéis a uno de estos hermanos míos más pequeños a mí me lo hicistéis". Hablabamos la semana pasada del temor de Dios y de la diferencia entre ciencia y sabiduría. Decíamos entonces: "Sabiduría es otra cosa que saber. Uno puede tener el saber de todas las bibliotecas y al mismo tiempo ser un insensato. Sabiduría significa ser capaz de distinguir entre lo que produce vida y lo que trae muerte, aunque sea a través de muchos pasos" (La sabiduría de los Salmos en Meditaciones teológicas, Cristiandad, Madrid, 1965, 238). Añadimos ahora, "la sabiduría se cuida de que el hombre no quede al final con las manos vacías. Descansa en el don de saber distinguir entre lo que tiene valor y lo que no tiene, lo duradero y lo tansitorio, lo auténtico y lo aparente" (La sabiduría de los Salmos, 248). En resumen, en la vida de Jerome Lejeune encontramos el ejemplo de un hombre de ciencia, pero sobre todo, de un hombre sabio, de un hombre donde se hizo vida aquello de "El inicio de la sabiduría es el temor de Dios."

jueves, 2 de junio de 2016

El inicio de la sabiduría es el temor de Dios

Mi querido amigo y compañero Alfonso Martínez-Carbonell tiene en su despacho un fragmento del libro de los Proverbios que reza así: el inicio de la sabiduría es el temor de Dios. Cada vez que lo leo le prometo una entrada en este blog comentando esas palabras. Porque éstas, también aparecen en el salmo 110 que es uno de los salmos que Romano Guardini comenta en su obra La sabiduría de los Salmos (en Meditaciones teológicas, Cristiandad, Madrid, 1965, 230-240). Allí se detiene precisamente en ese versículo y lo comenta a partir de dos preguntas: en primer lugar ¿qué puede significar "temor de Dios"? y en segundo lugar ¿qué significa en este contexto "sabiduría"? 

1. ¿Qué es el temor de Dios?  

Vayamos por partes y abordemos la primera pregunta: ¿qué entendemos por temor de Dios? Hay que subrayar que temor de Dios no es temor a Dios. "Ante todo, hemos de recordar lo que no es: ningún temor 'respecto a' Dios, ninguna angustia 'ante' El. Existe así en forma enfermiza, cuando Dios se convierte en un oscuro 'otro", y el sentir de El se vuelve opresión sobre el ánimo sin libertad o hechizamiento de la conciencia angustiosa" (La sabiduría de los Salmos, 235). También se da el temor a Dios, señala Guardini, cuando la existencia humana no se configura según la luz de la Revelación. Sucede cuando a Dios por voluntad propia se le excluye de la vida de los individuos, de  la vida de la social y de la cultura. Es entonces, y nosotros tenemos experiencia de ello, cuando "(...) Dios se convierte en un extraño, que ejerce violencia, que se impone al hombre por la fuerza, y del cual el hombrea cree deber defenderse para adquirir la libertad para sí mismo"  (La sabiduría de los Salmos, 235). ¿No nos resulta actual cuanto acabamos de escribir? Pues este tipo de miedo o de temor "a" o "respecto a" Dios es necio, dice nuestro autor, ya que Dios no es un riesgo para mi vida, todo lo contrario, es la condición de posibilidad de la misma, dado que "Yo existo sólo porque El me ha llamado al ser y me conserva en el ser. Yo soy y digo 'yo' porque El me dice 'tú' y me mantiene en el tú" (La sabiduría de los Salmos, 236). Solamente Dios puede convertirse en alguien amenazante cuando yo no acepto mi condición de criatura y quiero ser  también como Él creador, y por lo tanto, otro Dios, es decir, un ser que soberanamente decide sobre el bien y el mal, principio y fin de todo cuando acontece en mi vida, infinito en su  autonomía, criterio último de verdad. Entonces es cuando Dios se convierte, o mejor dicho, lo convierto en una amenaza, no a mi humanidad sino a mi pretensión de divinidad. 


Todo lo anterior nos hará comprender mejor cuanto queremos significar con la expresión temor de Dios. Según Guardini, el temor de Dios es "Ante todo, la clara conciencia de que Dios es real. No una mera idea, un mero sentimiento, sino realidad. Más que eso: si preguntamos qué es real, entonces la respuesta auténtica es: El. Sólo después, por medio de El y ante El: Yo. (...) El hombre ha de saber y reconocer: 'Yo soy criatura suya'. Aceptarlo en su corazón y estremecerse por la grandeza de ese Dios, eso es el temor de Dios" (La sabiduría de los Salmos, 236). A lo anterior hay que añadir que no sólo Dios es el creador sino que además es santo, es decir, que no hay en el injusticia, maldad, hipocresía, o formulado en positivo, que es la Bondad, la Belleza, la Verdad y el Amor. 

2. La sabiduría

La aceptación y reconocimiento de nuestra creaturalidad y de la santidad de Dios es el origen de la sabiduría humana. Lo insensato, lo necio es lo contrario. Es decir, lo necio en el hombre "(...) procede de que el hombre se deje resbalar a una actitud que podría ser suya solamente si fuera Dios. Para poder decidir con domino propio sobre el bien y el mal, para establecer sus objetivos conforme a su propia voluntad y sin atención a los mandatos de Dios, para ser capaz de eso, tendría que ser Dios él mismo. Pero no lo es, de modo que su manera de obrar es 'tonta', insensata, apariencial, y desemboca en el vacío" (La sabiduría de los Salmos, 236). La sabiduría sin embargo surge de la medida y criterio que nos da el reconocernos creaturas, es decir, el saber situarnos en la verdad de nuestro ser. Esto nos da una medida, criterio y ponderación adecuados para tener un juicio prudente. "Quien tiene en el corazón el temor del Señor, distingue entre lo valioso y lo inválido, lo permanente y lo transitorio, lo que tiene vigencia y lo no es nada. En cuanto se da cuenta de la distinción entre el Dios eterno y la criatura perecedera, desaparece la niebla. (La sabiduría de los Salmos, 238)".
Quisiera terminar con una última cita de Guardini, donde se afina todavía más lo que es la sabiduría distinguiéndola de la ciencia. Concluiremos con ello, pero también nos servirá de enlace para nuestra siguiente entrada que abordara el tema que ahora apenas apuntamos: "Sabiduría es otra cosa que saber. Uno puede tener el saber de todas las bibliotecas y al mismo tiempo ser un insensato. Sabiduría significa ser capaz de distinguir entre lo que produce vida y lo que trae muerte, aunque sea a través de muchos pasos" (La sabiduría de los Salmos, 238). 

Por lo tanto, lo contrario de la ciencia es la ignorancia y de la sabiduría la necedad. De ahí que se pueda decir que nuestro mundo sabe mucho, es decir, estamos rodeados de hombres de ciencia que al mismo tiempo quizás, de ello hablaremos en nuestra próxima entrada, sean unos necios o insensatos.