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lunes, 11 de marzo de 2013

Paciencia

"Un mito indio cuenta de Shiva, el formador del universo, que creó el mundo en una tormenta de entusiasmo, pero luego se hartó de él, lo pisoteó despedazándolo y produjo uno nuevo. Con éste pasó lo mismo, y la producción y la destrucción prosiguen interminablemente.¡Qué elocuente resulta la imagen de numen de la impaciencia! Nos hace darnos cuenta de qué diferente es la relación del verdadero Dios con el mundo" (Una ética para nuestro tiempo, Ediciones Cristiandad, Madrid, 2002, 155).
Cuando Guardini aborda la virtud de la paciencia habla primeramente de Dios y su historia con el mundo y con los hombres. No hay mejor ejemplo para explicar y evidenciar qué es la paciencia. Pero tras esta introducción, Guardini concreta la paciencia en la persona humana, que al ser imagen y semejanza de Dios, debe de algún modo imitarlo. Evocando al Génesis, escribe: "En sus manos ha puesto el mundo, el mundo de las cosas, de las personas y de la propia vida. Debe hacer de él lo que espera Dios, incluso ahora, cuando la cizaña lo ha invadido todo. La paciencia es la condición necesaria para que pueda crecer el trigo" (Una ética para nuestro tiempo, 157). La paciencia es la condición necesaria para que Dios se haga presente en el mundo y en nuestra vida. Es la condición necesaria para que el Espíritu Santo transforme nuestra persona en imagen viva de Cristo, para que se pueda dar algún día ese ya no soy quien vivo sino Cristo quien vive en mí del que habla Pablo. En su ensayo Quien sabe de Dios conoce al hombre (PPC, Madrid, 1995), escribe Guardini: 
"Lo que es el hombre, si logra una auténtica imagen, se manifestará al final, tras la resurrección y el juicio. Entretanto queda la lucha en la oscuridad, el devenir en permanente contradicción. Y realmente así es: el cristiano ha de creer en su propio ser cristiano. En su peculiaridad contra el enorme poder de lo inauténtico. Podría incluso decirse que en la confesión de fe falta un artículo: Creo en el hombre, que se formará según la imagen de Cristo; creo que Él está en mí, a pesar de todo, y que a pesar de todo, madura en mí" (Quien sabe de Dios conoce al hombre, 168). 
Lo anterior sólo es posible si está viva y operante en el hombre la paciencia. 

A partir de esta introducción que sienta las bases y el fundamento de la virtud humana y cristiana de la paciencia, Guardini comenta cómo puede darse ésta en los diversos ámbitos de la vida personal. El primero de ellos es el de la aceptación del propio destino, de la suerte que le ha tocado vivir a cada uno. Quien está en conflicto permanente con su existencia y las circunstancias que le ha tocado vivir no es paciente. "(...) La madurez del hombre empieza al aceptar lo que es. Sólo de ahí le llega la fuerza para cambiarlo todo. (Una ética para nuestro tiempo, 159)".  

El segundo ámbito donde Guardini aterriza la paciencia es el de uno mismo. Tener paciencia con uno mismo. "Es duro deber seguir siendo quien se es; es humillante tener que sentir siempre los mismos defectos, mezquindades, debilidades. El hastío de sí mismo ¡cuántas veces ha invadido precisamente a los mayores espíritus!" (Una ética para nuestro tiempo, 159-160). El camino de la superación y de la transformación moral es largo y penoso. No se cambia en un día ni en dos. Y esto porque aunque nuestra inteligencia reconozca el bien y nuestra voluntad quiera ponerlo por obra, nuestra persona vuelve a actuar en contra de ello y se ve obligada a empezar una y otra vez de nuevo. Empezar de nuevo, subraya Guardini, es una paradoja, pues cuando empiezo dejo el inicio y prosigo más adelante. Sin embargo, en el ámbito de lo vivo no. "En lo vivo el empezar es un elemento que constantemente ha de hacerse operante. Nada va adelante sino empieza a la vez." (Una ética para nuestro tiempo, 162). De este modo, "Quien quiera adelantar, pues, debe empezar siempre de nuevo. Siempre debe sumergirse en el origen interior de lo vivo y elevarse desde él en nueva libertad, en iniciativa, en potencia iniciadora, para hacer real lo antes pensado: la prudencia, la mesura, la superación de sí mismo y todo lo que haya de llegar a ser" (Una ética para nuestro tiempo, 162).

Guardini habla también de la paciencia con los que nos rodean y no olvida referirse al ámbito de la educación. No sólo debe adquirirse en relación a la propia vida y existencia, sino también en la gestión de las vidas que nos han sido confiadas.  

"También sólo en la mano de la paciencia prospera la persona que nos está confiada. Un padre, una madre que no tienen paciencia en ese sentido nunca harán más que daño a sus hijos. El educador que no toma con paciencia a los que se le confían les asustará y les quitará la sinceridad. Dondequiera que se nos pone vida en las manos, el trabjo en ella sólo puede prosperar si lo hacemos con esa fuerza profunda y silenciosa." (Una ética para nuestro tiempo, 164).

La fuerza y el amor hacen parte necesaria de la paciencia. El que quiere ser paciente debe de ser fuerte como también debe amar la vida y asumir las condiciones necesarias para que está se despliegue paulatinamiente a lo largo del tiempo.

Tan solo nos queda definir la paciencia en palabras de Guardini. Por eso, para concluir, dejo un texto que bien podría pasar como definición de la paciencia y en el que aparece una vez más el contraste con el que Guardini siempre ha querido definir e interpretar lo vivo: 
"La paciencia viva es la persona entera, que está en tensión entre lo querría tener y lo que tiene; lo que habría de hacer y lo que es capaz de hacer; lo que desea ser y lo que realmente es. El soportar esa tensión, el concentraserse siempre de nuevo en la posibilidad de cada hora, eso es la paciencia. Así, se puede decir que la paciencia es la persona en devenir que se entiende adecuadamente."(Una ética para nuestro tiempo, 164).

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