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miércoles, 18 de febrero de 2015

El nacimiento de la Iglesia

Siguiendo la lectura y comentario de la Iglesia del Señor (San Pablo, Buenos Aires, 2010), hoy me detengo en el capítulo titulado El nacimiento de la Iglesia. En él hay una idea que he encontrado en otras obras de Guardini, concretamente en La existencia del cristiano (BAC, Madrid, 1997), que me ha llamado poderosamente la atención y que tiene que ver por un lado con el nacimiento de la Iglesia y por otro con la esencia del cristiano. 

Se trata de aquello que aconteció justo después del fenómeno de Pentecostés, que viene narrado en el capítulo 2 de los Hechos de los Apóstoles. La primera predicación de Pedro revela una profunda transformación. Hay un antes y un después. ¿Qué es lo que había? ¿Qué es lo que hay ahora? Guardini responde muy bien a estos interrogantes. Ante todo hay una nueva relación con Cristo.  Los apóstoles durante la predicación y vida terrena de Jesús no entendieron al Señor de manera profunda y completa como lo exigía su mensaje. Dice Guardini, "se acercan a Él desde una distancia; desde una lejanía de su manera de pensar y de su cosmovisión veterotestamentarios" (Iglesia del Señor, 125). En otros textos Guardini es más radical. Por ejemplo en este: 
"Durante la vida de Jesús, los discípulos no le comprendieron. (...) Vivieron con Él en una comunidad de vida semejante a la que tenía el discípulo antiguo con su maestro y que era mucho más estrecha que la de la familia; de ahí se sigue lo que a quienes vivimos más tarde nos parece una prerrogativa nada despreciable: vieron la expresión de su rostro y el carácter de sus ademanes, y sintieron la irradiación de su personalidad. Tuvieron, pues, la posibilidad de experimentar quien era Él, su inimitable identidad, y, sin embargo, no le comprendieron. Los signos de tal incomprensión se imponen continuamente al lector atento, a lo largo de los relatos evangélicos, hasta llegar a pasajes en los cuales la estrechez y lo absurdo de la manera de concebir de los discípulos aboca a lo grotesco, y Jesús mismo, como en un arranque de desesperación, les dice: ‘¿Hasta cuando voy a tener que aguantaros?’ (Mt 16, 5). Además de esto, las mezquindades que hay entre ellos, las luchas por la primacía y la estrechez de corazón para con los demás muestran qué poco comprenden de lo que en realidad se trata.”(La existencia del cristiano, 354).
    También en El Señor se escribe algo parecido:
“Es, en cierto modo, una tortura ver a Jesús entre ellos. No entienden, se paran en nimiedades, tienen celos unos de otros, se dan demasiada importancia; pero cuando llega la hora de la verdad, flaquean.” (El Señor, Cristiandad, Madrid, 2002, 140).
Pentecostés por Kiko Arguello
Guardini concluye que los discípulos antes de Pentecostés se encuentra frente al Señor. Y precisamente esto es lo que cambia con la llegada del Espíritu Santo. En las palabras de Pedro intuimos que no se habla del Señor, sino que habla desde el Señor. Pedro no habla de Jesús, sino que habla desde Jesús, porque Jesús está en él. Guardini escribe en la obra que venimos comentado desde hace unas semanas: "Pero luego que el Espíritu ha descendido sobre ellos, se ha efectuado una misteriosa 'modificación del lugar'. Ahora ellos hablan desde él. Ya no está  'frente a' ellos: está 'en ellos'" (Iglesia del Señor, 126). A esto es a lo Guardini llamará interioridad cristiana que ya hemos analizado aquí y por eso no me detengo más. Simplemente recordar que San Pablo es para Guardini el modelo y ejemplo de esta interioridad y a su expresión de Gálatas "ya no soy yo quien vivo es Cristo quien vive en mí" recurrirá nuestro autor con frecuencia. Y recordar también que ello consiste el ser cristiano, su esencia y núcleo: Cristo vive en mí y yo vivo en Él. 

Para Guardini en este acontecimiento de Pentecostés nacerá la Iglesia. Ésta no ha sido fundada al modo humano, no es una institución social, cultural, meramente humana e histórica. Es un ser vivo surgido del acontecimiento de Pentecostés. Escribe Guardini: 
 "(...) en Pentecostés, nacerá la Iglesia. Ésta no es una institución sabia y poderosa, sino un ser vivo; surgida de un acontecimiento -Pentecostés- que es, a la vez, divino y humano. Ella vive a través del tiempo; floreciente, como todo lo viviente; transformándose, como se transforma todo lo histórico en su tiempo y destino, y, sin embargo, en esencia, sigue siendo siempre la misma, cuyo centro más profundo es Cristo" (Iglesia del Señor, 125).
Cambiando de tema, pero contenido en este mismo capítulo, Guardini hablará de la autoridad de la Iglesia. De ella también hemos escrito algo en este blog. Por alargar esta entrada no abordamos este interesante tema aparcándolo para otra ocasión.