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jueves, 25 de febrero de 2016

Laudato Si y el Ocaso de la Edad Moderna (II)


Continuamos en esta entrada examinando la presencia de Romano Guardini en la encíclica del Papa Francisco Laudato Si.  Hace tiempo que publicamos una entrada sobre los dos primeros números donde cita a Romano Guardini. Ahora concluimos con el examen de otros tres números de la encíclica donde aparecen.

En el número 115 

En el número 115 el Papa inicia una serie de reflexiones sobre las consecuencias del antropocentrismo moderno en la relación del hombre con la naturaleza. Situar al hombre como centro, convertir su juicio y parecer autónomo, como norma y criterio de su actuar en relación con el mundo natural ha tenido consecuencias negativas en el ámbito de la ecología. El sentido y significado de la naturaleza en la historia de Occidente ha ido cambiando con los siglos. En la Antigüedad la naturaleza fue divinizada, pero en todo caso, se la consideraba como un límite que no se podría sobrepasar. El hombre antiguo tenía una visión del cosmos clausurada. La doctrina de la creación rompe está clausura colocando a Dios fuera de ella y convirtiéndola a la vez que en obra en tarea, tal como viene expresado en el Génesis. En el Renacimiento y en parte de la Modernidad se vuelve a clausurar el cosmos, se idealiza a la naturaleza, sobre todo a partir del Romanticismo, convirtiéndola en Madre y también norma de comportamiento. Pero estas concepciones también cayeron en desuso y al final, la naturaleza se ha convertido en un objeto no sólo de estudio sino de dominio y explotación. A esto alude el Papa en el número 115 de la encíclica. El texto de donde se ha extraído la cita de Guardini es el siguiente. Subrayamos el texto que aparece en la encíclica: 

“Más aun, la actitud que va haciendo su aparición —mejor dicho, alguno de los elementos de ella— parece no conceder a la naturaleza ni siquiera lo que Goethe puso en el centro de las relaciones para con ella, es decir, la veneración o, mejor dicho, aquella forma de veneración que él experimentó. Se deja ver esto en el conjunto de conocimientos y conceptos formales, aptitudes y procedimientos que designamos con la palabra "técnica", la cual se desarrolló lentamente en el transcurso del siglo XIX, pero durante mucho tiempo fue patrimonio de un tipo de hombres no técnicos. Parece como si el hombre adecuado a ella hubiese surgido en las últimas décadas, y en su forma definitiva, en la pasada guerra. Este hombre ni siente la naturaleza como norma válida y menos aún como refugio viviente. La ve sin prejuicios, objetivamente, como lugar y objeto de una tarea en la que se arroja todo, siéndole indiferente lo que de ello resulte; de una tarea de carácter prometeico, en la que están en juego el ser y el no ser” (R. Guardini, El ocaso de la Edad Moderna,  pp. 72)

Hemos de decir que este concepto de naturaleza es para Guardini uno de los pilares sobre los que se sostiene la Edad Moderna. La naturaleza para el hombre moderno es lo último, el límite, detrás de lo cual no se puede ni se debe buscar nada más porque no lo hay.

El número 203

El número 203 se recurre de nuevo a Guardini. Como dijimos está situado en el capítulo dedicado a la Educación y espiritualidad ecológica y se inicia con él un apartado titulado “Apostar por otro estilo de vida”. En este contexto el Papa cita unas palabras de Guardini en la que se describe al hombre moderno, es decir, al hombre que vive sometido a la cultura de la técnica. Aquí está párrafo completo una vez más del Ocaso de la Edad Moderna evidenciando la parte tomada por el Papa: 

“Con respecto a este tipo de hombre no puede hablarse ya de personalidad y subjetividad en el sentido expuesto anteriormente. Carece en absoluto de la voluntad de poseer una forma peculiar y de ser original en su conducta, así como de crearse un medio ambiente que sea totalmente adecuado a él y en lo posible sólo a él. Antes bien, acepta los objetos de uso y las formas de vida tal como le son impuestos por la planificación racional y por los productos fabricados en serie, y, en conjunto, actúa así con el sentimiento de que eso es lo racional y lo acertado. Del mismo modo, carece en absoluto del deseo de vivir según su iniciativa propia. Al parecer, no tiene el sentimiento espontáneo de que la libertad de movimientos externos e internos es un valor. Antes bien, lo evidente para él es la inserción en la organización, que es la forma de la masa, así como la obediencia a un programa, que constituye el modo de orientación del "hombre sin personalidad". Es más, la tendencia natural de esta estructura humana no es a sobresalir como individuo, sino precisamente a permanecer en el anónimo, casi como si el ser original constituyese la forma fundamental de toda injusticia y el principio de todo peligro” (R. Guardini, El ocaso de la Edad Moderna,  pp. 76 – 77).

Guardini aquí está contraponiendo el modelo del hombre que surge en el Renacimiento y la Modernidad, donde se exalta la subjetividad y la singularidad apareciendo el tipo o forma vital del “genio renacentista” o donde se exalta la autonomía de la razón y por ende de la libertad remitiéndola al sujeto entrada ya la Modernidad. Frente a estos modelos aparece lo que Guardini llama hombre-masa, que hay que deslindarlo de su acepción periorativa, y con el que se quiere referir al hombre cuyo ámbito de vida es el de la producción y consumo en serie, que no quiere destacar sino vivir en la uniformidad de los usos y modos sociales. El Papa llama en este número a aprovechar esta estructura sociológica para proponer nuevos estilos de vida caracterizados por una espiritualidad ecológica. 

El numero 219

Por último en el número 219 vuelve a aparecer Romano Guardini. Siguiendo la misma línea que el número anterior, Guardini habla de las posibilidades de este hombre masa que por las posibilidades que le otorga la técnica puede realizar acciones en común de una manera más eficaz que en otras épocas de la humanidad. Si renuncia a las singularidades y de forma más natural y espontánea se suma a iniciativas de carácter común. Apoyado en esta característica reclama el Papa una unión en la tarea de transformar mentalidades y educar a los hombres en una nueva mentalidad. Aquí está  de nuevo el párrafo completo del  Ocaso de la Edad Moderna evidenciando la parte tomada por el Papa:

“A esto hay que añadir otra consideración. Si no queremos contemplar los acontecimientos de los últimos siglos únicamente como pasos hacia la decadencia, tenemos que descubrir en ellos un sentido positivo. Este sentido consiste en la tarea que ineludiblemente nos ha sido encomendada de dominar el mundo. Las exigencias de esta tarea van a ser tan enormes, que no hay forma de satisfacerlas con las posibilidades de la iniciativa individual y de la unión de particulares formados en el individualismo. Se requerirán una reunión de fuerzas y una unidad de dirección que solamente pueden surgir de una actitud diferente. Ahora bien, ésta es precisamente la actitud que se deja ver en la naturalidad con que el hombre de la época naciente renuncia a singularidades y acepta una forma de ser común, así como también en la naturalidad con que abandona la iniciativa individual y se subordina al orden.”

Conclusiones

Después del análisis de los números de la encíclica y de los datos que hemos expuesto en la introducción de este escrito, se podría decir que hay una presencia de Guardini circunstancial en las encíclicas del Papa. Guardini no ha ejercido intelectualmente sobre Francisco del mismo modo y manera que en Ratzinger. Habría más una afición a ciertos escritos de Guardini que una filiación intelectual. Están presentes en la encíclica porque la temática que aborda lo hacía oportuno. Ni más ni menos. Por otro lado, se hubiera echado de menos a Guardini en un documento de estas características en el ámbito cristiano por su autoridad académica en el análisis de la Edad Moderna y sus reflexiones en relación a la técnica. Sin embargo, creo que esta es una cuestión abierta en la que todavía debemos indagar más y ofrecemos esta opinión de manera muy provisioria.

Para concluir podemos decir que el número 105 evidencia una idea central del pensamiento de Romano Guardini, esto es, la necesidad de una ética que ordene y guíe el poder que ha ido adquiriendo la humanidad en los últimos siglos. Esto se hace todavía más patente cuando en el número 108 se nos revela el verdadero rostro de la técnica, que es el dominio y explotación de la naturaleza y del hombre. Consecuencia de lo anterior o por lo menos íntimamente unido a ello, es lo expresado en el número 115 de la encíclica con relación a la naturaleza, que desposeía de todo elemento religioso, antropológico o filosófico, ha quedado reducida a un simple objeto de manipulación y sobre todo explotación sin medida. Los números 203 y 219 nos esbozan un modelo de hombre, el postmoderno, que presenta algunos aspectos positivos, por ejemplo, ese olvido de la individualidad propia y el vivir de algún modo unido a la comunidad en usos, costumbres, etc. Se puede aprovechar esto para ofrecer de modo global un nuevo estilo de vida.