En el ensayo La Iglesia del Señor (San Pablo, Buenos Aires, 2010) Guardini medita sobre la Iglesia justo en el momento en que la Iglesia, a través, del Concilio Vaticano II lo estaba haciendo sobre sí misma. El hombre y el mundo, y la Iglesia en relación al hombre y al mundo, fueron abordados por el Concilio dando lugar a documentos como la Lumen Gentium o Gaudium et Spes. Guardini se encontraba entonces,cerca ya de su final temporal (Munich 1968), pero como ya hemos referido aquí, tuvo tiempo para escribir las meditaciones que constituyen La Iglesia del Señor y dedicárselas a JuanXXIII.
En el capítulo segundo se habla del origen de la Iglesia. Se pregunta Guardini por qué el Señor no quiso dar continuidad a su mensaje a través de un libro. La palabra escrita hubiera asegurado de modo firme y estable su anuncio de salvación, evitando toda posible adulteración. Los libros sagrados eran parte del universo religioso de la cultura judía. Hubiera sido, quizás, lo más lógico. Sin embargo, como escribe Guardini, "(...) Jesús no obró de esta manera. Ninguna palabra salida de la boca de Jesús se refiera a un documento escrito que relate su obra y su doctrina" (La Iglesia del Señor, 113). Los Evangelios y los Hechos de los Apóstoles no surgieron por mandato del Señor. Es cierto, que tales libros han sido considerados parte de la Revelación cristiana, pero por algo que sí quiso el Señor diera continuidad a su obra redentora: La Iglesia. Es decir, "El libro del Nuevo Testamento no se sostiene en sí mismo, tampoco puede se entendido a partir de sí mismo. Más bien, se halla en un contexto que los sostiene y que lo abarca, el único desde el cual puede ser comprendido, o sea, la Iglesia" (La Iglesia del Señor, 115).
Ahondando en el origen y esencia de la Iglesia, Guardini se detiene en la figura de Pedro y su primacía. Sobre ella dice algo evidente pero que solemos olvidar cuando hablamos y consideramos a los papas con los que nos ha tocado vivir: "Con todo respeto, podemos decir que la primacía de Pedro no se debía a sus capacidades o talentos. En esto Juan lo superaba, y lo mismo Pablo. Tampoco era una primacía debido a su carácter, ya que se lo describe a Pedro inestable, e incluso fue él quien negó a su Maestro" (La Iglesia del Señor, 116). Continúa Guardini recordando que el discípulo amado era Juan y no Pedro y termina recordándonos el pasaje de Mateo 16, 13 donde leemos "Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia". En este versículo se encuentra para Guardini el núcleo de la primacía de Pedro: "Significa, entonces, que la primacía de Pedro es primacía en virtud de la vocación. Ésta puede estar unida a cualidades e inclinaciones naturales, pero, en lo esencial, es gracia y no responde a ningún porqué ni a un para qué" (La Iglesia del Señor, 116).
Hoy no sólo la prensa, sino entre los mismos católicos se habla polémicamente del Papa Francisco. El afecto a Pedro cabeza de la Iglesia debe estar alimentado primordialmente por la fe, por la certeza de que el Señor ha llamado a Jorge Bergolio como vicario suyo, y no por sus cualidades, virtudes, inteligencia, escritos o ideas. Lo ha llamado por ha querido llamarle precisamente a él. Recordemos pues, que la primacía de Pedro reside en un llamado, en una vocación por parte del Señor. Esto iluminará nuestra inteligencia, caldeará nuestro corazón, y a buen seguro matizará muchas de nuestras palabras sobre el Vicario de Cristo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario