Escribir en un blog de antropología filosófica implica una y otra vez enfrentarse con cuestiones que superan los límites de exposición que debe caracterizar un blog. El tema que nos ocupa hoy, confirma una vez más esta idea. Así pues, cuanto digamos a continuación debe ser considerado un esbozo o esquema de trabajo para una ulterior profundización por parte de los lectores.
Para Romano Guardini, la persona no puede entenderse sin su relación con Dios. Es cierto que el hombre está llamado a relacionarse con las cosas y con otras personas, siendo esto ultimo muy importante. Sin embargo, "La relación con Dios es para el hombre de un importancia totalmente distinta; es absolutamente esencial" (La Existencia del Cristiano, BAC, Madrid, 1997, 27). Esto se desprende en primer lugar del carácter finito de la persona humana. Ésta no puede dar razón de sí misma, no encuentra en ella el fundamento de su existir. Cierto que
"El hombre puede engañarse respecto al carácter esencial de su relación con el Absoluto. Es capaz de desfigurar este hecho, y para ello dispone de un arsenal de conceptos. Puede cegar el sentimiento de lo trascendente, hacerse indiferente y superficial; pero, cuando penetra más, debe acpetar que no es capaz de pensarse a sí mismo, sino en relación con el Ser absoluto, o, dicho claramente, con Dios; porque sólo de este Dios puede recibir el fundamento de su ser y su sentido" (La Existencia del Cristiano, 28).
Así pues, todo lo finito depende metafísicamente de lo absoluto, y la persona humana se encuentra en estos parámetros. Sin embargo, el modo como se encuentra la persona humana frente al absoluto es distinto de cómo se encuentran los demás seres finitos. El modo y manera como Dios ha creado las cosas es muy distinto de cómo ha creado al hombre.
Así pues, la persona humana se debe concebir como relación con Dios y sin ella pierde su sentido“Con la proposición de que Dios ha creado la persona se dice algo distinto a lo que se expresa con la proposición de que Dios ha creado un ser impersonal. Lo más, impersonal, inanimado como animado, es creado por Dios sin más, como objeto inmediato de su voluntad. A la persona no la quiere crear de tal manera, porque ello carecería de sentido. La crea, más bien, por un acto que siente de antemano y fundamento por ello su dignidad: por la llamada. Las cosas surgen por el mandato de Dios; la persona por su llamada. Ésta, empero, significa que Dios llama a la persona a ser su Tú, o más exactamente, que Dios mismo se determina a ser el Tú del hombre” (Mundo y persona, Encuentro, Madrid, 2000, 123).
“Sin Dios no puede existir la persona finita. No sólo porque Dios me ha creado y en él solo encuentro el sentido de mi vida, sino porque existo orientado hacia Dios. Mi persona no está conclusa en lo humano, de tal suerte que pueda situar su Tú en Dios, o renunciar a ello o rechazarlo, y, sin embargo, seguir siendo persona. Mi ser-yo consiste, más bien, de modo esencial, en que Dios es mi Tú” (Mundo y persona, Encuentro, Madrid, 2000, 122)
Romano Guardini pone como fundamento de la dignidad de la persona humana su relación con Dios.
“La persona posee una dignidad absoluta. Ésta empero, no puede provenir de su ser, que es finito, sino de algo absoluto en sí mismo. Y no de un algo absoluto en abstracto, de una idea, de un valor, de una ley o como quiera denominarse. Esto podría fundamentar el contenido de su vida concreta, pero no de su persona. El valor de la persona deriva del hecho de que Dios le ha conferido la condición de persona” (Mundo y persona, 112).
La Modernidad ha destruido esta relación y continuamente nuestro autor habla de ello. La modernidad ha rebajado al hombre a una parte de la naturaleza o lo ha exaltado como un ser absoluto. Sin embargo, el hombre no se encuentra e ninguno de estos dos ámbitos. Ninguna de las ciencias humanas ha logrado acertar con el núcleo de la persona humana:
“Ahí está, en primera línea el hecho, cada vez más destacado, de que la cultura de la Edad Moderna –ciencia, filosofía, pedagogía, sociología, literatura- ha tenido una visión falsa del hombre; no sólo en ciertos detalles, sino en su apreciación fundamental y, por consiguiente, en su totalidad. ” ( El ocaso de la edad moderna,en Obras Vol. 1, Cristiandad, Madrid, 1981, 91).
A la luz de todo lo dicho podemos entender una de las tesis fundamentales de la antropología de Romano Guardini: la verdad sobre la persona humana emerge a la luz de la Revelación. En la medida que el hombre se aleja de Dios se aleja de sí mismo, en la medida que se acerca a Dios se conoce más a sí mismo:
“Un puente es un arco que el arquitecto construye de una a otra orilla de un río. Y yo no puedo decir: el puente puede pasar o no a la otra orilla sin dejar de ser puente. Esto sería un sinsentido, puesto que el ‘puente’ sólo es puente si parte de una orilla y llega hasta la otra. Algo así sucede con el tema que nos ocupa. El hombre es hombre sólo en su relación a Dios. El ‘de-Dios’ y el ‘a-Dios’ son el fundamento de su ser” (Quien sabe de Dios conoce al hombre, PPC, Madrid, 1996),
Todo lo dicho de modo esquemático en esta entrada es el inicio o punto de partida para explicar en qué consiste la persona cristiana, tema que ya abordamos en la interioridad cristiana.
Bibliografía sobre la persona y Dios en Guardini
Romano Guardini: Mundo y persona, Encuentro, Madrid, 2000, 122-136; La Existencia del Cristiano, BAC, Madrid, 1997, 27-30; 467-470; Quien sabe de Dios sabe del hombre, PPC, Madrid, 1996.
Fidalgo, José Manuel, Conocer al hombre desde Dios. La centralidad de Cristo en la antropología de Romano Guardini, EUNSA, Pamplona, 2010.
Fayos Febrer, Rafael: La verdad del hombre frente al relativismo moderno en el pensamiento de
Romano Guardini, en "Actas VIII Congreso de Católicos y vida Pública. El
desafío de ser hombre, Tomo I", CEU ediciones, Madrid, 2007,195-204; El concepto de persona en Romano Guardini en “Espíritu” , volumen
LIX - 2010, número 139, 301-320.
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