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lunes, 2 de diciembre de 2013

La interioridad personal y la interioridad cristiana

¿Qué queremos decir cuando hablamos de la interioridad personal? No nos referimos a ese primer nivel de interioridad y exterioridad que se encuentra radicado en nuestro cuerpo. Hay órganos internos al cuerpo y hay un figura exterior del mismo. Tampoco queremos significar con interioridad todos los fenómenos psíquicos que experimentamos interiormente, como el dolor físico, y aunque manifestamos su presencia con quejidos o gritos siempre quedan delimitados a la propia subjetividad. Nos acercamos al significado del término interioridad personal cuando un individuo se enfada o se alegra ante un acontecimiento o el encuentro de una persona. Aquí nos movemos todavía en el ámbitos de los afectos y apetitos sensibles. Cólera, placer y alegría son fenómenos interiores pero no consitituyen específcamente la interioridad que nos interesa resaltar. La interioridad personal, en sentido estricto, es el centro desde el que se determinan espiritualmente los actos de la persona en cuanto persona. Es el lugar de la decisión de un acto y el lugar donde se abraza el valor que en ese acto se realiza. Así si decido conscientemente ayudar a alguien, no solo decido realizar una acción, además opto por los valores de la solidaridad, la generosidad, el altruismo que ese acto conlleva. Puede ser que los actos impliquen la realización del mal, como cuando robo algo, exploto laboralmente a alguien, lo difamo o le insulto. Todo depende de hacia donde se incline interiormente la persona. Cuanto hemos dicho viene reseñado por Guardini, de modo más extenso y claro en las páginas 43, 44 y 45 de Mundo y persona (Encuentro, Madrid, 2000). Se podría resumir así: 
"(...) Ha quedado claro que la existencia del hombre está construida desde el interior, o bien, como también podría decirse, hacia el interior. Por doquiera, sea en la estratificación de las distintas zonas existenciales, sea dentro de cada una de éstas, la dimensión de la intrioridad aparece siempre en la existencia humana." (Mundo y persona, 45). 
 Dicho esto podríamos pensar que hemos agotado los niveles de interioridad en la persona. No podemos profundizar más en ella en cuanto persona. Pero Guardini introduce en su discurso una nueva interioridad: la interioridad cristiana. Y una nueva cuestión: ¿Esta interioridad personal es la misma de la que habla San Pablo cuando dice que Cristo vive en el creyente o cuando Jesús habla de que el Reino está dentro de nosotros? Es cierto que el cristianismo ha fomentado de algún mundo el cultivo de la interioridad espiritual de la persona. Ha promovido la reflexión, la contemplación y la consideración de los valores éticos, etc. Pero a juicio de Guardini a esto no se le puede llamar interioridad cristiana. "La interioridad a la que Jesús se refiere no procede en absoluto del hombre, sino de Dios" (Mundo y persona, 45). No se trata de explotar o desarrollar las posibilidades espirituales del hombre. Se trata de que Dios actúa en el hombre, de que Dios transforma al hombre interiormente. 
"La interiordad cristiana pende de Dios y sólo puede ser recibida de él. Cuando Dios, empero, la da se realiza en el ser anímico-corporal, y ello significa, a la vez, también, un espaciarse del hombre concreto, un robustecimiento e interiorización de los actos y estados, un ascenso del mundo interior, por virtud de todo lo cual el hombre llega a ser, en absoluto, lo que el Creador ha querido." (Mundo y persona, 47).
Aún debemos añadir algún elemento más.  Porque hay que decir que aquello que Dios da al creyente, ese don que recibe, es la misma vida de Dios, es decir, la interioridad divina. Cita Guardini así a Juan 14, 23, "Si alguno me ama, guardará mi Palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él y haremos morada en él". En conclusión:
"Aquí está el hombre, una criatura, un trozo de mundo; en él, empero, se alza el Dios vivo. Dios, empero, no es mundo, no es criatura; Dios es Dios y vive en su propia interioridad. Y, sin embargo, hace donación al hombre para que participe en esa interioridad. No desde algo propio y como algo propio del hombre, sino desde la gracia y como la gracia. Cuando el hombre con fe, con amor , con esperanza, entra en esta relación, despierta en él una vida que no procede de él mismo. Y sin embargo, el hombre se realiza en ella, convirtiéndose así en el hombre que su creador ha pensado." (Mundo y persona, 48).
 Hemos tratado en este blog el tema de la interioridad cristiana pero no desde las páginas de Mundo y persona y desde la perspectiva de los polos de la existencia personal.  Creo que lo dicho completa cuanto aparece en otras entradas de este blog. Nos queda por abordar la cuestión de la altura cristiana de la que hablaremos la semana que viene.

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