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lunes, 16 de diciembre de 2013

Romano Guardini y la altura cristiana


Nadie niega que la realidad personal viene caracterizada por una interioridad. El rostro humano primordialmente, pero también el resto del cuerpo, manifiesta un mundo interior propio y específico que nos caracteriza y especifica como individuos. Esa interioridad es el ámbito donde habita nuestro yo. Pero Guardini añade a la interioridad otra categoría: la altura. ¿En qué consiste?

Como en la interioridad podemos distinguir en la altura diversos estratos. Los recorreremos someramente hasta alcanzar aquel específicamente personal. La cima de una montaña, la grandiosidad de un templo, las dimensiones de un edificio evocan en su contemplación una experiencia que transpasa la esfera meramente espacial. Estas realidades inciden en el ánimo provocando cierta experiencia estética y axiológica que las colocan por encima de otras realidades. Aquí encontramos un primer sentido de la altura humana. Dejando el ámbito físico también se puede hablar también de un pensamiento elevado (que debemos distinguir de su profundidad o desarrollo) en cuanto que está unido a lo noble y a lo puro, y su realización vital exige un ímpetu y esfuerzo especial. Este segundo nivel de la altura humana nos conduce a un tercero, el de los valores. Estos poseen en sí mismo una jerarquía natural que los sitúa a unos encima de otros. Así escribe Guardini :"Un verdadero orden de valores y se su realización no puede representarse más que apelando al esquema de una gradación de altura. (...) El hecho de que un valor, en tanto que valor, es superior a otro se expresa como una diferencia de altura, de igual manera que se expresa también como una aspiración hacia lo alto el esfuerzo por alcanzar valores mejores y por realizar mejor los valores confiados a uno" (Mundo y persona, Encuentro, Madrid, 2000, 52). En los ámbitos de la acción  también encontramos un cuarto nivel en relación a la altura humana, y así la creación artística, la búsqueda de la verdad se encuentran por encima de la acción meramente útil o pragmática. Un quinto estrato nos los revela la consideración del lugar del hombre en el cosmos  que nos hace ver que "El hombre más bajo se halla esencialmente por encima del animal más elevado" (Mundo y persona, 53). Por último, entre los hombres también hay alturas:  "Así también es evidente que los hombres no son todos iguales, sino que se encuentran en una gradación infinita hacia la altura. Reconocer al hombre elevado, honrarle y saber alegrarse de su pureza es, de otro lado, a la vez, casi tanto como ser uno mismo un hombre elevado" (Mundo y persona, 53). Y es precisamente la realización de los valores más elevados y de las acciones más altas las que elevan a los hombres a unos sobre los otros y donde se encuentra la altura específicamente personal.

Ahora bien, como en la interioridad ¿se puede hablar de una altura cristiana? Sí. Esa altura es Cristo que ascendió a los cielos y está sentado a la derecha del Padre. Guardini escribe: "La altura cristiana no existe simplemente, ni como grado en la estratificación de la realidad, ni como momento en la ordenación de los valores, ni como lugar objetivo, anímico o metafísico hacia el que Cristo vaya. Esta altura pende, más bien, de Cristo. El arriba está allí donde Él está. Él mismo es la altura "(Mundo y persona, 54). Desde esta altura, desde Cristo, se pueden ordenar las otras formas naturales de altura, de tal modo, que toda la persona queda finalmente orientada hacia Cristo.
 "Una vez puesto ello en claro, se verá con toda claridad que la estratificación de la altura cristiana, su realización en el pensamiento, valoraciones y aspiraciones, sus efectos en la estructura de la personalidad orientada hacia ella, ponen a su servicio todas aquellas formas naturales de altura de las que hablabamos anteriormente. Sería imposible, en efecto, que la altura pneumática aprenhendida en la fe no se manifestase en la realidad concreta del hombre, haciendo desplegar todas las relaciones corporales, sentimentales, espirituales de éste con las alturas naturales" (Mundo y persona, 55).
Con este comentario terminamos la serie de entradas que hemos dedicado a aclarar los llamados polos del espacio existencial, es decir, el espacio o el ámbito en el que se mueve la persona humana.

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