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lunes, 29 de abril de 2013

VERACIDAD II

Quisiera completar con esta entrada lo que dicho la semana pasada sobre la veracidad. Tres serán las ideas que desarrollaré a continuación: a) la veracidad como fundamento de las relaciones personales; b) la veracidad en las relaciones con uno mismo; c) la veracidad y el Estado.

La veracidad sostiene a la comunidad
 "En la lealtad se apoyan todas las relaciones de los hombres entre sí, la vida entera de la comunidad" (Una ética para nuestro tiempo, Ediciones Cristiandad, Madrid, 2002, 130). Es decir, en la veracidad se sostiene la amistad, el matrimonio, la familia, las relaciones laborales de todo tipo, las relaciones docentes entre profesores y alumnos, y general todo tipo de relaciones personales que se dan en la sociedad. La cuestión es ¿por qué? Porque el hombre no es transparente, todo lo contrario, su modo de ser se asemeja a un iceberg del que se asoma únicamente una décima parte de su totalidad. El resto, queda oculto bajo el agua. Escribe Guardini: "Si se pone alguien delante de mí, veo su exterior, oigo su voz, puedo apretar su mano, pero lo que en él vive, me está oculto." (Una ética para nuestro tiempo, 130) Qué es lo que puede construir el puente entre las intimidades en las que consistimos los individuos humanos. A esto responde Guardini: "La expresión el rostro y gestos, la actitud, la actividad, pero sobre todo la palabra. Por la palabra trata el hombre con el hombre. Cuanto más digna de confianza es la palabra, más seguro y fecundo es el trato." (Una ética para nuestro tiempo, 130-131). La palabra veraz es el fundamento de las relaciones personales. En la verdad de lo dicho nos jugamos el futuro de las comunidades humanas. "Los modos de comunidad que hayan de durar, crecer y hacerse fecundos deben penetrarse mutuamente cada vez con más pureza, uno creciendo en el otro, o si no, decaen" (Una ética para nuestro tiempo, 131). Esto sólo es posible mediante la veracidad, es decir, mediante el diálogo sincero. La mentira, por el contrario, destruye la comunidad.

La verdad da firmeza y solidez al hombre
Pero yo no  hablo solamente con los demás. Ser hombre consiste en un continuo diálogo con uno  mismo. La persona humana es capaz de desdoblarse y enfrentarse a sí misma: uno considera, analiza y juzga al mismo tiempo que es considerado, analizado y juzgado. La sentencia que de ello resulta se asume como propia y es el origen de la acción personal. En ese diálogo interior cabe preguntarse si uno es sincero. A veces uno culpa a los demás y se disculpa a sí mismo, a veces uno no perdona a los demás y se perdona a sí mismo, a veces uno no es capaz de comprender a los demás pero entiende y justifica muy bien las acciones propias. "Así, pues, si quiero tratar rectamente conmigo mismo -y, partiendo de mí, con los demás-, entonces no he de desviar la mirada de mi realidad, no he de fingirme nada, sino que debo ser veraz para mí mismo" (Una ética para nuestro tiempo,132). Ahora bien, esto es una tarea ética que conlleva toda la vida, pues en ella vamos alcanzando nuestro definitivo ser. Me explico. En el hombre, a diferencia que en el animal, no hay un identidad natural con su esencia. El león o el elefante no pueden actuar en contra de lo que son. Sin embargo, el hombre debe afirmar lo que es con su actos libres. Comenta Guardini que esto no está exento de riesgos: "Está en riesgo por parte de su propio espíritu, que constantemente puede salirse de su propio ser y disponer de sí, pero por ello mismo también puede ponerse en cuestión a sí propio, colocarse en falsa situación" (Una ética para nuestro tiempo, 134). El auténtico yo personal surge en la medida que la persona con sus actos confirma su ser: "En todo verdadero pensamiento y palabra y hacer se consolida, de modo imperceptible pero efectivo, el centro interior, el verdadero yo" (Una ética para nuestro tiempo, 135).

La mentira del Estado Totalitario
Todo Estado totalitario está de algún modo sostenido en la mentira. "No es casual que cuando el Estado cuyos fundamentos habrían de ser la justicia y la libertad, se convierte en poder violento crezca también en la misma medida la mentira" (Una ética para nuestro tiempo, 133). Cuando la verdad y la veracidad no son respetados política y socialmente el hombre queda a la deriva del poder y la violencia. La verdad garantiza al hombre su dignidad y su libertad. "Cuando la persona dice: así es; y esa expresión tiene importancia pública, porque la verdad es estimada, entonces también hay aquí una protección contra la voluntad de poderío que actúa en todo Estado" (Una ética para nuestro tiempo, 133).  Quizás me he extendido demasiado pero no puedo dejar fuera de estos comentarios el siguiente texto con el que termino:
"La expresión más horrible de la violencia es que se le destroce al hombre su conciencia de verdad, de modo que ya no esté en condiciones de decir: 'Esto es cierto...eso no'. Quienes lo hacen -en la práctica política, en la vida jurídica y donde sea- deberían darse bien cuenta de lo que hacen: quitar al hombre su condición de hombre." (Una ética para nuestro tiempo, 133).





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