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lunes, 17 de junio de 2013

Romano Guardini: la interioridad o el alma del hombre (I)


Retomamos el tema de la educación en Romano Guardini después del excursus bibliográfico de la semana pasada. Hemos alimentado nuestras reflexiones sobre la educación a partir de dos volúmenes: Una ética para nuestro tiempo y la Ética lecciones en la universidad de Munich. Pero en nuestras consideraciones era muy necesario que apareciera algún comentario sobre las Cartas sobre la formación de sí mismo. Me he decidido por la carta VIII que nuestro autor titula "Alma" y que tiene como finalidad exponer algunos elementos que la fortalecen, la alimentan y la hacen crecer: el silencio, la soledad, el descanso y la espera.

La educación consiste en superar los límites de la mera instrucción y  a través de ella lograr la formación del ser humano. Y ésta, la formación, no es otra que la invitación a configurar libremente un mundo interior realmente valioso, una interioridad sólida, veraz y honesta, un alma plenamente humana. Alma por lo tanto, significa en este contexto la interioridad del hombre que sólo es posible formar, entre otros elementos, a partir del silencio, la soledad, el descanso y la espera.

De nuevo el silencio 
Del silencio hemos hablado hace poco en este mismo lugar. Sabemos que forma un contraste con la palabra, es decir, que el silencio existe referido a ella, para alimentarla, darle solidez, fuerza, vida, alma. Así escribe Guardini: 
"El silencio es la fuente de la que mana el habla. Se le nota al habla si procede del silencio o no. Lo que procede del silencio es redondo y pleno, como la canción matutina de un corazón confortado. (...) Gracias al silencio lo que queremos decir en nuestro interior adquiere su figura esencial y verdadera. (...) Solo quien sabe callar rectamente sabe hablar rectamente. La palabra solamente llega a ser plena y clara cuando procede del silencio" (Cartas sobre la formación de sí mismo, Palabra, Madrid, 2000, 134-135).
¿Qué añadir a lo dicho? Quizás no hayamos señalado todavía un elemento clave. Se trata simplemente de que quien calla escucha, ve y percibe mejor lo que los otros dicen y lo que la realidad le muestra. Se habla hoy de escucha activa, técnicas para que el otro pueda percibir que realmente estamos atentos a cuanto dice: asintiendo con la cabeza, repitiendo palabras y frases claves de su discurso, resumiendo su intervención para que caiga en la cuenta de lo atentos que hemos estado. Sin embargo, nos sentiremos no solo escuchados sino realmente comprendidos ante la mirada de alguien que manifiesta un silencio interior que le permite estar "en sí" (en soledad como veremos más adelante) y no fuera "de sí", y por ello dispuesto a acoger cuanto otro le comunica:


"Quien calla tiene los ojos abiertos y el oído a la escucha, y su corazón se ensancha. Puede mirar, notar, percibir. (....) Y solo el silencioso puede oír en las demás personas lo que verdaderamente importa; lo que vibra por debajo de toscos conceptos; lo que realmente se quiere decir; el tono que lo envuelve todo y que hace que con frecuencia una palabra tenga un significado completamente distinto del que transmite por fuera" (Cartas sobre la formación de sí mismo, 133-134). 

También el silencio es uno de los pilares de la relación con Dios. Quien calla puede escuchar a Dios que siempre habla en voz baja, susurrando amorosamente al oído de nuestra alma, esto es, al corazón. Con palabras de Guardini: "Y sólo quien sabe callar oye a Dios. Esa voz baja que nos dice cuál es el sentido de tal desgracia, de tal buen momento, de tal encuentro, de tal suceso aparentemente azaroso. Esa voz baja que en todo ello nos amonesta y advierte: quien no hace más que hablar, no la oye." (Cartas sobre la formación de sí mismo,134).

Soledad
El silencio nos conduce de la mano hacia la soledad. Ésta no consiste en la ausencia de personas alrededor, como el silencio no es la ausencia de ruido. La soledad es fundamentalmente estar cabe sí, estar en sí mismo y no fuera de sí. Guardini acude a la experiencia que todos hemos tenido de haber sido arrebatados por la ira de tal modo que luego hemos reconocido haber estado fuera de sí mismos, de no ser nosotros mismos, de perder el autodominio y de no reconocernos en aquello que hemos hecho. La soledad es precisamente lo contrario, estar en sí y cabe sí, no alterado por alguna persona o elemento externo. Por lo tanto algo mucho más rico que la ausencia externa de personas.

También tiene ésta una estructura contrastada, porque la soledad de algún modo está referida a la comunidad: "Incluso, bien miradas las cosas, la soledad y la comunidad se interpenetran igual de estrechamente que el silencio y el habla, que los movimientos de tomar aire y soltarlo" (Cartas sobre la formación de sí mismo, 136). Ahora bien, ¿cómo se concreta y articula todo ello? Guardini habla de que una comunidad humana, no simplemente el rebaño o la masificación, consiste en un dar y recibir, en una corriente viva que recorre a todos los individuos. Y se pregunta: "(...) ¿de dónde surge esa corriente, lo que se pueda dar, el respeto, la amabilidad, el amor, la buena palabra, la prestación de ayuda? Solo de la profundidad interior, del corazón que tiene su fundamento dentro de sí. Pues bien, todo eso se abre en la soledad. Y así mismo, solo en ella se abren los ojos del alma, la capacidad de acoger y de conservar" (Cartas sobre la formación de sí mismo, 136-137).

Sobre el volumen que estamos tratado Cartas sobre la formación de sí mismo  y para introducir al lector sobre el contenido del mismo se puede ver esta reseña de Raquel Guerrero Villada .

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