La educación, decíamos la semana pasada, consiste en gran parte en la propuesta y contemplación de figuras vivas de excelencia humana. Una de ellas, quizás la más importante por ser la más cercana y próxima al educando, es la del educador. En él se debe dar una imagen viva de aquello que pretende transmitir. Todo esto tiene sentido en la medida que entendamos la educación no solo como instrucción sino como formación. El educador por lo tanto se enfrenta a la tarea de vivir de manera natural y espontánea aquello que pretende transmitir, es decir, se enfrenta al reto de ser ejemplo. Así escribe Guardini:
"Emparentado con el momento de la imagen formativa está el momento del ejemplo. El ejemplo es él mismo una imagen de formación: la figura del educador. Cuándo él contradice con su comportamiento lo que dice, todo discurso es vano. Su comprotamiento debe avalar lo dicho y dar razón de ello" (Ética. Lecciones en la universidad de Munich, BAC, Madrid, 2000, 702).
Con respecto a lo dicho hasta ahora habría que matizar dos elementos. El primero se refiere a cómo se debe dar ese ejemplo. Nuestro autor señala que nunca debe ser algo consciente, sino espontáneo, en la medida que el educador vive de manera natural aquello que pretende transmitir. En esto Guardini es muy claro: "Con esto no estamos diciendo que el educador deba dar ejemplo conscientemente; al contrario, pues de este modo todo sería falso. Lo que afirmamos es que debe estar convencido de lo que dice, e intentar hacer él mismo lo que él solicita" (Ética. Lecciones en la universidad de Munich, 704). La realización del bien no puede ser fingida sino amada y a partir de ahí vivida. Los buenos hábitos no se adquieren por repetición mecánica de actos sino sobre todo porque la voluntad se identifica con ellos, los hace suyos y desde ese amor intenta ponerlos por obra. La conquista de una virtud exige en primer lugar que se descubra su bondad, que la voluntad quede seducida por ella y que lleve a cabo lo que el bien de manera natural exige: existir. Así pues, el educador debe vivir aquello que propone y exige porque ha sido seducido por su bondad, se ha convertido en una convicción y ha anidado en su corazón. Lo que se dice tiene que estar vivo en quien lo dice.
Desde esta perspectiva podemos comentar el segundo elemento y es cuando el educador realiza una acción reprobable o mala. Si realmente ama el bien, si realmente es coherente y convincente, "lo que no debería es disimular la falta cometida, ni encubrirla con su autoridad, ni acallarla con la violencia, como tampoco justificarla; lo que debe hacer es reconocerla" (Ética. Lecciones en la universidad de Munich, 704). Con ello también educa haciendo notar que la conquista del bien no es fácil, que el mal puede acontecer sin una atenta vigilancia, que la debilidad está presente en todos, pero sobre todo enseña a reconocer el mal y llamarlo por su nombre y a rechazarlo y reprobarlo públicamente. Guardini, de un modo mucho más excelente que el mío lo explica así:
"Quien tiene el deber de educar, tiene asimismo que hacer notar que ha realizado algo malo, que lo condena, y que está dispuesto a superarlo. Si el educador se pone contra sí mismo, pero de parte del bien, puede alcanzar un influjo decisivo sobre el educando, en el supuesto de que el educador no haga entonces teatro pedagógico, sino que se lo tome seria y honestamente" (Ética. Lecciones en la universidad de Munich, 704).
De esto último Guardini refiere en las dos últimas páginas del libro que estamos comentando una experiencia personal. El Apéndice IV que se encuentra en la página 935 de la Ética. Lecciones en la universidad de Munich se titula así "Observación sobre la clase del miércoles 19-1-1955". Allí podemos encontrar el siguiente texto con el que termino: Señoras y Señores: siento el deber de disculparme ante ustedes. Al final de la lección anterior he perdido el autodominio, y lo lamento." Lo dicho también nos sirve para proponer una relectura de todo lo dicho sobre educación desde la humildad, como me sugería en un comentario mi amigo y compañero el Prof. Dr. D. Julián Vara. De ello intentaremos ocuparnos la próxima semana.
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