Frecuentemente en mis clases cuando abordo el tema de la libertad suelo decir a mis alumnos lo siguiente: el animal no puede no querer aquello que apetece. Es decir, en el mundo de los animales la voluntad se reduce a las apetencias. Querer y apetecer se identifican. En el ámbito humano no sudece así: puede apetecerme comer ahora pero decido y quiero no hacerlo porque no es ni el momento, estoy asistiendo a una clase, ni tampoco el lugar, me encuentro en un aula de la universidad. Cuando un animal tiene hambre y se le ofrece comida no puede no comer hasta saciarse; cuando un ser humano maduro y responsable tiene hambre y se le ofrece comida puede perfectamente rechazarla por diversos motivos: se encuentra a dieta o no es el momento ni el lugar como antes señalábamos. Querer y apetecer en el ser humano no se identifican. La renuncia a las satisfacción de los apetitos, no para reprimirlos, pero sí para darles un orden, sentido y mesura es otro de los nombres que recibe la ascesis: "La forma más simple de la ascésis es la renuncia" (Ética. Lecciones en la universidad de Munich, BAC, Madrid, 2000, 307).
Los apetitos, es decir, las tendencias a la realización de algo pueden tener diversa naturaleza. Pueden estar ligadas plenamente al ámbito sensible, como en el ejemplo anterior, pero pueden tener su raíz en otra clase de pasiones: así puede apetecer apropiarnos de lo ajeno o desear un mal al prójimo. También en estas situaciones la voluntad humana puede rechazar y renunciar a sastifacer aquello a lo que en un primer lugar se tiende.
Todo lo anterior es de todos conocido y en este sentido el pensamiento de Guardini no aporta ninguna novedad. Donde quizás sí nos sorprenda es en el siguiente elemento, del que quizás tenemos noticia, pero sobre el cual en pocas ocasiones se piensa. Guardini afirma que la energía vital en el hombre se da en tres niveles: biológico (instintos), psicológico (pasiones) y espiritual (ansia de conocer, crear, amar, etc). Nuestro autor subraya que la energía empleada en un nivel va en menoscabo de los otros. Así, quien viva volcado en los instintos o pasiones no tendrá fuerza para dar respuesta a las tendencias espirituales, y viceversa, entregarse enérgicamente al mundo del espíritu supone dejar de alimentar la esfera biológica o psíquica tal como la hemos descrito antes. Con palabras de Guardini:
"La persona que quiere crecer, alcanzar redimientos superiores y una forma de existencia más noble, renuncia a la satisfacción inmediata con el fin de ahorrar energías en lo inferior y poder orientarlas hacia lo más elevado. (....) Es un fenómeno conocido por la sabiduría de todos los tiempos: no puedes tenerlo todo; tienes que elegir; puedes alcanzar lo más elevado si renuncias -en una medida que la experiencia y la prudencia enseñan- a lo de más abajo. La vida del hombre que vive dignamente está plagada de estos fenómenos de transposición a niveles más altos. Lógicamente, en este aspecto pueden darse también casos enfermizos; podemos encontrarnos con conciencias para las que la vida no consista más que en deberes, rendimientos y espíritu. Se necesita por tanto, mesura, prudencia. En esto consiste, precisamente, buena parte de lo que llamamos sabiduría." (Ética. Lecciones en la universidad de Munich, 315).
Subraya Guardini la prudencia y medida con la que se ha de realizar este travase de niveles. Esto me ha hecho recordar un texto que frecuentemente uso en mis clases. De alguna manera alcanzar lo más alto no se puede dar sin renunciar a lo más bajo, pero también hay que tener en cuenta, como decía C.S. Lewis en su libro Los cuatro amores (Rialp, Madrid, 2005) que lo más alto no se puede dar sin lo más bajo aunque sirva tan sólo de mero apoyo o sostén. Y así, antes de abordar el afecto, la amistad, el amor erótico y la Caridad inicia su libro con un capítulo dedicado al placer (gustos y amores por lo sub-humano).
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