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lunes, 11 de noviembre de 2013

Clásicos, humanidades y universidad

Joseph Fiennes en el papel de William Shakespeare
Entre los muchos síntomas que evidencian la muerte de Europa, entendida ésta como proyecto cultural de Occidente, se encuentra el olvido de los clásicos. Este destierro que vienen sufriendo Sócrates, Platón y Aristóteles en el ámbito de la filosofía junto a los grandes de la Literatura como Skakespeare, Tostoil o Cervantes, por poner un ejemplo, tiene grandes consecuencias en la configuración del sistema de valores y juicios éticos a partir de los cuales se conduce el hombre contemporáneo. Como escribe Guardini 

"Al fin y al cabo las figuras máximas de las que habla la historia de la investigación científica, el arte, el derecho, la sabiduría y la experiencia religiosa no están para que se escriban libros sobre ellas y con los conocimientos que sobre ellas se tienen se rindan exámenes. Han precisado pautas para distinguir entre el bien y el mal. Han destacado órdenes jerárquicos que establecen lo que es noble y lo que es vil. Nos han enseñado leyes espirituales con arreglo a cuya validez inconmovible el acontecer histórico es fecundo o destructivo.  (La cuestión judía, Editorial Sur, Buenos Aires 1963, 14-15; Traducción de Pablo Simón del original Verantowortung,  Kösel-Verlag, München, 1954).

Estas palabras se encuentran en una conferencia en la que nuestro autor trata y aborda lo que él denomina la cuestión judía. Ante la barbarie nazi se pregunta que dirían las grandes figuras de la cultura occidental. Y en un momento llega a escribir: "Un Dante, un Heráclito o algún otro de los representantes sublimes del espíritu trágico quizá diría: Una humanidad, de la que al cabo de milenios de lucha por elevación espiritual y moral ha podido surgir aquello, es un caso perdido y no tiene sentido de hablar de cultura." (La cuestión judía,16). 

Occidente, sino quiere definitivamente morir, debe una vez más confrontarse con sus raíces, es decir, con aquellos hombres que le han dado vida y peso intelectual, y que en el fondo la han dotado de identidad. En todos ellos late algo que vamos perdiendo cada vez más: el respeto a la persona. La reducción de ésta a cosa y por lo tanto su dominio, uso y manipulación es la ley que rige las relaciones políticas, económicas y también personales en nuestra sociedad. Quizás, eso es lo que se quiere decir cuando se afirma que en las raíces de la crisis económica se encuentra una crisis ética. 

Leon Tolstoi
Ahora bien, ¿qué se puede hacer? La historia no se rige por un determinismo inexorable, todo lo contrario, "Todos los procesos históricos, aun los de mayor envergadura, se originan en acciones personales, y éstas son libres" ( La cuestión judía, 20). No hay nada inevitable en la historia. Hay filosofías y también teorías políticas que defienden el determinismo histórico, pero " No existen tales inevitabilidades. El mismo concepto según el cual el acontecer histórico tiene lugar en procesos inexorables es un recurso del Estado totalitario. Es falso; más aún, es inmoral" (La cuestión judía, 20). Por lo tanto, como reza un libro de Popper El porvenir está abierto.   

Asumiendo la responsabilidad que a cada uno le asigna el lugar y puesto que ocupa en la sociedad, un servidor, desde el ámbito académico donde trabaja, exige de nuevo, la vuelta de las humanidades a la universidad. Ellas proporcionan el contacto espontáneo con los clásicos. Necesitamos mirar con sus ojos no sólo cuanto nos ha sucedido, sino cuanto nos sucede hoy para poner las bases de un porvenir verdaderamente humano. De otro modo, no es extraño que los clásicos en un futuro, desde sus creaciones filosóficas, artísticas y literarias,  señalen y apunten a nuestros tiempos exclamando: "Ahí, se puso de manifiesto hasta qué punto ha quedado incumplida la tarea a la que dedicamos nuestros afanes, lo terribles que son todavía las potencias del caos y la destrucción." (La cuestión judía, 15).

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