La semana
pasada explicábamos que frente a una organización estatal de ayuda al
necesitado a través de grandes instituciones creadas ad hoc Guardini protestaba reclamando la atención personal, de tú a
tú, en la asistencia y ayuda a los demás. Nuestros tiempos, sin embargo, parecen
requerir un esquema de ayuda como el anteriormente expuesto. La cifra de los
que requieren ayuda cada vez es más grande, así mismo crece la conciencia
democrática de los derechos que uno tiene y de los auxilios que debe recibir
del Estado. Por último el tiempo disponible cada vez es más escaso y por ello,
la ayuda de tú a tú, es imposible de prestar.
Debemos por lo
pronto aceptar el fenómeno de la masa en nuestros tiempos y segundo lugar
intentar adaptar los principios de ayuda y relación personal a esta realidad.
Quien de alguna manera trabaja en este ámbito debe tener siempre presente que
frente a sí tiene a personas y debe dispensarles un trato personal. Siempre se
puede informar de un espíritu cristiano la ayuda a un ingente número de
personas.
Junto a la
ayuda institucionalizada que si no se cuida puede despersonalizar la atención
al prójimo, Guardini avisa de otro peligro en nuestros tiempos, y es la aparición
del “(...) sentimiento de que la
relación entre necesidad y ayuda, tal como hasta ahora se ha dado, debe
desaparecer en general. Requerir ayuda, sería algo vergonzoso, y ayudar en el sentido antiguo, sería una arrogancia, y
las situaciones de necesidad deberían ser superadas de modo puramente objetivo.
“(El servicio al prójimo en peligro,
Ediciones Guadarrama, Madrid, 1960, 22). También esto deberá ser superado desde
el cristianismo, teniendo en cuenta que el que ayuda debe hacerlo sin humillar
y respetando la dignidad de la persona necesitada.
Por último nuestro
autor nos advierte de un peligro: “La creciente naturalización de la
existencia, el sentido humano de dominio de sí mismo, y, además la idea del
progreso, llevan a concebir la necesidad como algo que debe sencillamente
desaparecer” (El servicio al prójimo en
peligro p. 22). El cristiano sabe del sentido redentor del sufrimiento
humano, también es consciente de que las necesidades nunca desaparecerán y de
que es una utopía pensar lo contrario, reconoce la verdad que pueda haber en el
deseo de eliminar el sufrimiento y que es una aspiración noble, pero también
puede entrever sus peligros. Por ejemplo, que al querer eliminar el sufrimiento se elimine con él también a los que
sufren; el que esta tarea sea sólo del estado, pues posee los medios para ello,
desligándose el individuo y quedando éste encerrado en un círculo egoísta; en
el fondo esta aspiración quiere eliminar la amenaza que supone para nuestro
bienestar el que otros sufran. Así
pues, “La ayuda no puede consistir en querer suprimir de un plumazo el fenómeno
de la necesidad, pues entonces se crea una situación que no es otra cosa sino
egoísmo disfrazado –ceguera ante lo real, dureza frente al hombre que está en
necesidad- y cuyas consecuencias han de ser peores que la necesidad misma.” (El servicio al prójimo en peligro, 24)
Creo que esta última
idea es algo que ya está presente en nuestra sociedad y en la legislación de
muchas naciones en mayor o menor medida. Guardini advierte con cierta gravedad de
las consecuencias que puede tener desterrar el fundamento cristiano de la
máxima “Hay una persona en apuro; por tanto, debo ayudarla”, de sacar a un Dios
y poner al Estado. Concretamente dice así:
“Dejen pasar unas cuantas generaciones que todavía hayan percibido de algún modo la exigencia cristiana de conciencia ante la necesidad del próximo; dejen que se forme del todo el hombre enteramente terrenal, asentado sólo en su propia naturaleza y en su fuerza, ese hombre en cuya formación se trabaja por todas partes; y ya verán que lo que ha ocurrido en Alemania en esos años puede ocurrir en todas partes de alguna manera. De manera indirecta, no directa; de forma cauta no brutal; con fundamentación científica, y no fantástica; pero con igual sentido, más aún, quizá de modo más destructivo, por estar disfrazado de razonabilidad y humanidad.” (El servicio al prójimo en peligro, p. 25)
¿No percibimos el carácter profético de estas palabras para
nuestro tiempo?
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