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martes, 1 de julio de 2014

La Providencia (II): el mundo personal

Hace ya casi un mes desde la última entrada en este blog. Me gustaría mantener la regularidad semanal, pero las obligaciones laborales y familiares hacen que distancie las colaboraciones mucho más de lo que desearía. Volvamos al tema de la Providencia que dejamos abierto e indaguemos un poco más desde la perspectiva de Guardini. Dijimos hace semanas que la condición de posibilidad de la Providencia era poner el Reino de Dios y su Justicia como motor y móvil de la existencia. Entonces, el mundo se configuraría entorno al cristiano de tal modo que Dios le asistiría y le daría todo lo necesario para su subsistencia, según leíamos en Mateo 6, 25-33. ¿Cómo puede sufrir nuestro entorno esta transformación?

La respuesta a esta pregunta desde el pensamiento de Guardini posee, según mi parecer, dos niveles: uno meramente humano y otro marcadamente sobrenatural. Abordemos el primero. Guardini trabaja mucho la idea de que el hombre no vive desvinculado de la realidad. Todo lo contrario, el hombre genera su propio mundo dentro del mundo en general, lo que él denomina Umwelt o ámbito de existencia. Para explicar esto recurriré al mundo animal. En las bestias la especialización morfológica y la determinación instintiva hacen que su relación con el mundo (con el ambiente que les rodea) sea regular, previsible y determinada. Así, el oso polar, dada su especialización morfológica y sus instintos tiene un comportamiento con su medio, el polo norte, con sus frío y hielos, regular fijo y previsible. Este comportamiento, su relación con el medio, es lo que denominamos Umwetl, y sin él no se puede entender al oso polar, hace parte de él. En el hombre no se da esto. No está especializado morfológicamente y sus instintos son débiles. Su comportamiento, gracias a la libertad, es imprevisible y es capaz de adaptarse a cualquiera circunstancias ambientales y físicas extremas. En el fondo, el hombre,  genera su propio ámbito de vida, su propio medio en el que vive, su propio mundo. Ese mundo, esa configuración de la realidad en torno a él, no viene determinada por sus instintos, por la localización geográfica o sus características morfológicas, sino por su corazón, que es lo que de verdad le mueve. Así, dice Guardini "En torno a un hombre codicioso pero también inseguro en lo más profundo de su ser, las cosas se comportan de distinto modo que en torno a un hombre desinteresado y fuerte a la vez. (....) El que ama posee un mundo propio distinto del que posee el duro de corazón o el envidioso; el sincero y auténtico, otro que el mentiroso y austuto; el generoso y liberal, otro que el egoísta o dominante" (Mundo y persona, Encuentro, Madrid, 2000, 159).

En este contexto Guardini aborda la cuestión del destino rompiendo en parte el dogma determinista de que el destino está determinado y es inevitable.  Escribe Guardini en Mundo y persona, "Destino es, en primer lugar, aquello que acontece. Pero lo que acontece no tiene lugar sólo desde fuera, sino también desde dentro, no sólo desde las cosas, sino también desde este hombre" (Mundo y persona, 160). Cuando la actitud que domina en un hombre es la descrita en el Evangelio, aquella parte del destino que de algún modo se configura desde el interior del hombre, queda modificada y tansmutada. Por lo tanto, de algún modo y en cierta medida nosotros somos dueños de nuestro destino, de aquello que nos sucede y acontece. Todo cuanto llevamos dicho no requiere de la fe y esta explicación se mueve en un nivel meramente humano y natural.

El segundo nivel que no puede darse sin el primero es el nivel sobrenatural. Lo dicho es el marco humano donde Dios puede empezar a ejercer su acción divina, es decir, la Providencia. En la medida que el hombre se predispone interiormente en una actitud evangélica Dios puede actuar en él y a partir de este individuo concreto configurar el mundo según su santa voluntad. La actitud evangélica es la puerta por donde Dios actúa en los individuos para transformar el mundo humano y social. Leamos con atención el siguiente párrafo:
"Un punto, empero, ha mencionado Dios mismo en el que se proyecta con seguridad y regularmente, tan pronto como se den las condiciones exigidas por él: la existencia del hombre creyente, del hombre que ama el reino de Dios. Aquí toma Dios al mundo en su mano y el mundo le obedece. En torno a este hombre el mundo entra en un estado nuevo, y se comporta, como se dice en el Sermón de la Montaña, no simbólicamente  según la impresión subjetiva, sino en realidad. En este punto el mundo da un paso hacia una posibilidad dada en él como potentia obedientialis, pero nunca podría realizarse sólo desde Él mismo: el mundo se convierte en aquel mundo ordenado a los hijos de Dios, es decir, en nueva creación. Dios quiere que la existencia santa sea, pero ello no puede tener lugar más que a través de la libertad. Si ésta se cierra, Dios se encuentra ligado, si se abre, en cambio, surge aquella amplitud en la que Dios tiene mano libre, y comienza la segunda creación, la recreatio de la antigua teología" (Mundo y persona, 163-164).
La Providencia de Dios actúa en nuestra vida y en el mundo en la medida que le dejamos que actúe. Cómo hemos dicho antes, el hombre genera su propio mundo, Umwelt o ámbito de existencia. En la medida que se abre a la acción de Dios ese mundo queda también configurado por Dios mismo. Cabe ahora preguntarse qué mundo he generado, cuál es el ámbito de existencia que he producido en mi familia, en mi trabajo, en mis relaciones con los demás. Eso que llamamos ambiente de familia, de trabajo ¿cómo es y cómo podría describirse? ¿Dios está allí? Eso lo he generado yo y debemos preguntarnos en qué medida he dejado a Dios actuar en él. En qué medida Dios se hace presente en mis palabras, acciones, etc. En qué medida dejo que su Providencia actúe en mi entorno, en aquellos que me rodean.

Por ejemplo, el hombre evangélico pensará que su salario lo recibe en último término de la mano providente de Dios, y que por lo tanto,  socorridas sus necesidades básicas, ese dinero también está destinado a socorrer a los necesitados. El hombre del Reino cree que Dios provee a los que no tienen a través de los que tiene. El hombre justo piensa que Dios nos da para que demos.


Todo esto puede aplicarse a una escala mayor, es decir, en el ámbito político y social. ¿Qué sociedad tenemos? Aquella que hemos generado. ¿Puede Dios actuar en ella? ¿Sus individuos están abiertos para que actúe su Providencia socorriendo a quien lo necesita? Basta que un individuo se tome en serio, de verdad y radicalmente el evangelio para que la Providencia de Dios se manifieste en él de forma portentosa. Veáse, por el ejemplo, la vida de Teresa de Calcuta

3 comentarios:

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  2. Como siempre, un post muy interesante. La idea de mundo siempre me ha interesado tal como la desarrolla Guardini. Este Umwelt es lugar de la existencia cristiana. Me surgen unas inquietudes: ¿Frente al asunto de la providencia, este Umwelt cómo se relaciona con el adentro, del espacio existencial? ¿Este mundo guardiniano, tiene alguna relación con la famosa sentencia de Ortega: Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella no me salvo yo? ¿Es la providencia la que salva la circunstancia?

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  3. Estimado Carlos Alberto, en relación a su primera pregunta me resulta muy interesante la conexión que hace. Creo que podría ser el tema para un artículo. Desde luego tendría para responder tendría que ponerme a estudiar detenidamente el asunto. En relación a Ortega también se podría realizar en algún artículo una conexión entre ambos conceptos: circunstancia y Umwelt. Son sinónimos. Su aplicación al ámbito de la Providencia sería más difícil dado que la cuestión de Dios aparentemente está ausente en Ortega al que no conozco lo suficiente. En todo caso me parecen ambas cuestiones muy interesantes.

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