Al igual que la Providencia, el tema de la Iglesia era una asignatura pendiente que deseaba abordar en este blog hacía mucho tiempo. Debo decir, que biográficamente, fue uno de los temas con los que primero me enfrenté al leer las obras de Romano Guardini. El libro La existencia del cristiano (BAC, Madrid, 1997) fue en muchos aspectos la base de un curso que impartí durante tres años (1999-2002) en la Universidad Francisco de Vitoria. Llevaba por titulo Introducción a la teología y lo recibían alumnos de quinto curso en casi todas las titulaciones. Tengo un buen recuerdo de aquellas clases, sobre todo, de los alumnos de periodismo. La cuestión de la Iglesia aparecía en el penúltimo tema y su contenido era un síntesis del capítulo "La continuación de la obra de Cristo en la historia: la Iglesia" (La existencia del cristiano, 335-415). A ese capítulo hemos acudido en este blog cuando abordamos en una serie de entradas del tema de la autoridad y comentamos la autoridad de la Iglesia. Como es conocido de todos, La existencia del cristiano recoge las clases de los últimos cursos que impartió Guardini antes de su jubilación en el semestre de invierno del curso 1962-1963. Este dato, como veremos más adelante, tiene cierta importancia. Entre las ideas que exponía en aquellas clases quisiera rescatar una: la necesidad de la Iglesia. La primera comunidad creyente, no sólo había sido testigo del anuncio del Reino, de la muerte y resurrección del Señor, sino del mandato mismo de Cristo de continuar la obra por él iniciada. Releamos el pasaje de Mateo 28, 19-20:
"Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo."
Por lo tanto, no se trataba de conservar y transmitir meramente un mensaje, de ahí que el Señor no escribiera o mandara escribir un libro. Cristo nos deja una realidad: la redención. Y esta obra es a la que habría que dar continuidad. Escribe Guardini: "El Señor sabe que lo que Él trajo es una realidad, una verdad y una instrucción divinas, tiene, pues, que ser conservado en su sentido originario y seguir ejerciendo su influjo" La existencia del cristiano, (366-367). Y en esto Jesús de Nazareth se distingue radicalmente de cualquier lider religioso o maestro moral. Sus discípulos a través de la historia no deberán conservar y transmitir meramente sus ideas plasmadas en un libro o de modo oral. Jesús no trae simplemente una doctrina, sino una nueva realidad, una nueva vida. A ella se accede a través de la Iglesia. Ésta es la portadora de la nueva vida que Cristo nos han traído, de la redención. Pero la Iglesia también ejerce otra misión. La fe cristiana, como acabamos de explicar, no consiste en un mero asentimiento de ideas. Se trata de una entrega a una persona, Cristo, que nos redime y nos abre la puerta a una nueva existencia en él. Es, por tanto, una entrega personal. Esta entrega del creyente a Cristo queda custodiada y garantizada en la Iglesia. En ella, Cristo se dirige y se entrega a todos los hombres y en ella, los hombres entregan de manera objetiva a Cristo. Estas ideas son patentes no sólamente en la obra que estamos comentando (ver La existencia del cristiano, 367-373), sino en su misma biografía de Guardini cuando comenta su conversión:
"Dar mi alma, pero ¿a quién? ¿Quién puede pedírmela? ¿Pedírmela de tal modo que ya no sea yo quien pueda disponer de ella? No ‘Dios’ simplemente, ya que cuando el hombre pretende arreglárselas solo con Dios, dice ‘Dios’ y está pensando en él mismo. Por eso tiene que existir una instancia objetiva que pueda sacar mi respuesta de los recovecos de mi autoafirmación. Pero sólo existe una instancia así: la Iglesia católica con su autoridad y precisión" (Notas para una autobiografía, Encuentro, Madrid, 1999, 99).
Existen dos escritos más sobre la Iglesia, uno anterior y otro posterior a La existencia del cristiano. Ambos están recogidos en un volumen recientemente publicado en castellano por San Pablo y Edibesa (Buenos Aires, 2010). El primero lleva por título El sentido de la Iglesia. Cinco conferencias. Data de 1922, con sucesivas reediciones. La del volumen que estamos comentando es de 1955 y está prologada por Johannes Spörl (amigo de Guardini). El volumen empieza con una frase que se hizo célebre en su tiempo y cuyo eco todavía resuena hoy: "Se ha hecho presente un acontecimiento religioso de enorme trascendencia: la Iglesia despierta en las almas".
El segundo escrito publicado cuando Guardini tenía 80 años, en 1965, está dedicado a Juan XXIII y lleva por título La Iglesia del Señor. Meditaciones sobre la esencia y la misión de la Iglesia. Se trata de cinco meditaciones escritas al final de la vida de Guardini. No sé hasta dónde llegaremos con esta serie de entradas sobre la Iglesia en Romano Guardini. Por lo pronto, centraré mis lecturas de vacaciones en este tema y estos libros.
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