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jueves, 10 de julio de 2014

La Providencia (III): Providencia y oración

Me he propuesto dar continuidad a las reflexiones sobre la Providencia sobre la que he hablado en las últimas entradas. Quisiera abordar ahora la cuestión de la Providencia y la oración, pues en el libro Introducción a la vida de Oración (Palabra, Madrid, 2001), Guardini dedica un capítulo a ello. Sintetizar de manera ordenada el contenido del mismo supera en este momento, al final del curso académico, y apremiado por varias obligaciones, mis debilitadas fuerzas. Sin embargo, no puedo dejar de anotar o traer aquí algunas de las ideas que más me han impresionado, dejando al lector que adquiera este volumen y lea todo su contenido. Por cierto, Introducción a la vida de Oración es una de la obras de nuestro autor que más bien espiritual me han hecho.

Nos invita Guardini a hacer de la Providencia tema de nuestra meditación. Es el camino para entender y asumir la Providencia. No sólo debemos meditar las páginas del Sermón de la montaña Mt. 6, 24, sino también otros pasajes del Evangelio donde este tema se aborda, así como la oración del Padrenuestro. A este respecto escribe: "Sólo puede conocer la intención profunda del Padrenuestro quien reconozca que el mundo se halla en las manos del Dios vivo, advierta que su propia existencia depende del gobierno providente de Dios, y se haga cargo de que el reino de Dios está encomendado a su solicitud, pese a ser una débil creatura" (Introducción a la vida de Oración, 160).

La meditación de la Providencia es necesaria para poder entender otro punto muy interesante que vamos a comentar. Se trata del carácter dinámico de la Providencia, es decir, que Dios no tiene un programa determinado, fijo y cerrado sobre el acontecer de cada uno en particular y del mundo en general. Así como, se suceden sin cesar los acontecimientos y cambian las actitudes de las personas y las acciones que brotan de ellas, así, la Providencia y su solicitud y querer se va adaptando a cada momento y circunstancia exigiéndonos dulcemente en esa hora concreta la realización del Reino de Dios. Esto también debe meditarse. Guardini escribe: "Esta situación debo tomarla como objeto de meditación para intentar comprenderla: '¿Qué sentido tiene si la veo desde Dios? ¿Cómo debo comportarme en ella? Dios quiere algo conducente a 'su Reino y su justicia'. Esto lo quiere precisamente de mí y precisamente ahora. Por eso me lo dará a conocer. Pero ¿cómo? " (Introducción a la vida de Oración, 161).

Ese ¿cómo? me invita a comentar  un tema muy sugerente en Guardini: la conciencia cristiana.  A ella le encomienda una tarea que pocos le reconocen. Estamos acostumbrados a entender la conciencia como la aplicación de principios generales universales a situaciones concretas y particulares. Esto puede hacer que la vida cristiana, desde un punto de vista ético o moral, se convierta en algo teórico, monótono y aburrido. Pero Guardini escribe que la conciencia es también "(...) la capacidad de promover lo todavía desconocido; el poder de intuir lo que pugna por desarrollarse; el valor de realizar algo de lo cual no hay modelo. También esto pertenece a la conciencia" (Introducción a la vida de Oración, 163). 

Si esto es así, la Providencia de Dios no consiste en el cumplimiento personal de ciertas normas y reglas. Se trata de orar y desde la oración pedir el advenimiento del Reino en mí y en el mundo. De querer esto profundamente y de discernir cómo llevarlo a cabo en cada instante. En resumen: "De aquí brota espontáneamente la súplica del hombre a Dios de que le dé a conocer lo que debe realizar. No se trata de preceptos fijos que deban ser conocidos y puestos en práctica, sino de realidades concretas que deben ser comprendidas a la luz del conjunto de la actividad divina. Se trata de una realidad, aún no existente, de la que el hombre es responsable y en la que debe comprometerse. Por eso debemos pedir a Dios que nos dé ojos para ver. (...) " (Introducción a la vida de Oración, 164).

 Imaginémos si pudiéramos ver, contemplar, lo que Dios espera de nosotros en relación a su Reino, lo que su infinita Providencia ha pensado en relación a la llegada del Reino a partir de la colaboración de nuestra torpe libertad. Pues, eso es lo que hay que pedir en la oración, para aquí y para ahora, no más. En este instante qué tarea tiene pensanda la Providencia para extender su Reino en mí y en mi entorno. "Debemos, por ello, pedir a Dios que avive nuestra capacidad de captar la llamada de lo que desea venir a la existencia" (Introducción a la vida de Oración, 165).




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