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lunes, 15 de septiembre de 2014

La Iglesia (III): comunidad e individuo

Volvemos esta semana a reflexionar sobre la Iglesia en la obra de Romano Guardini. Recordemos que estamos comentando el libro El sentido de la Iglesia (San Pablo, Buenos Aires, 2010). Hace dos semanas intentamos explicar qué sentido tenía la conocida sentencia de Guardini "La Iglesia despierta en las almas". Hoy, a partir del capítulo segundo de El sentido de la Iglesia , vamos a intentar comentar la relación de la Iglesia como comunidad y los creyentes como individuos. Es decir, vamos a comentar la relación individuo comunidad en el ámbito de la Iglesia.

En el pensamiento de Guardini hay una clara distinción entre una comunidad de individuos y otras formas de congregación de seres humanos como la asociación, organización o la masa. Debemos aclarar qué son cada una de estas formas sociales para distinguirlas de la Iglesia. La masa es una aglomeración anónima de individuos. La masa es mera cantidad, suma de individuos sin ningún interés, finalidad o naturaleza que los defina cualitativamente. A partir de la masa surge la organización, que usa de esos individuos anónimos y los organiza para realizar ciertas funciones. El Estado Totalitario que nace en la Modernidad se sostiene en la masa y la organización. Por último, la asociación implica la participación de la voluntad libre y surge cuando un número determinado de individuos se unen, mediante un contrato o compromiso, en orden a unos determinados fines. Hay un elemento común en todas estas formas de asociación: el individuo preexiste antes que la masa, la organización o la asociación. Éstas surgen de la suma, unión o conjuntos de individuos. En la comunidad, y sobre todo en la comunidad cristiana que es la Iglesia, esto no es así: 
"El individuo cristiano no se junta con otros en un segundo momento para constituir una comunidad. Su existencia comunitaria no surge de un pacto suyo con los otros hombres. No son personas los que, por naturaleza, no se interesan por los otros y sólo celebran un contrato en el cual cada uno cede una parte de lo que le es propio, para que, por medio de tal concesión, puede salvar todo cuanto le sea posible. " (El sentido de la Iglesia, 36).
Thomas Hobbes: el hombre es un lobo para el hombre
 Lo anterior es el modo "moderno" (que surge a partir del Renacimiento y se instala a lo largo del siglo XVII hasta nuestros días) de explicar el origen de las sociedades y formas políticas de gobierno. Pero este modo es, a mi juicio, falso. Los griegos, y concretamente Platón y Aristóteles, entendían que la comunidad humana era la condición de posibilidad de una vida individual. Sólo el individuo podía alcanzar su plenitud humana con los otros. En esta línea escribe Guardini 
"La existencia humana se vive como persona y comunidad al mismo tiempo. Ambas cosas no están desligadas; más bien la comunidad está presente ya en el germen del individuo, del modo que éste ya está necesariamente incluido en la comunidad, sin que la relativa condición específica de cada una de las formas originarias de la vida sea afectada por eso" (El sentido de la Iglesia,  37).
Desde esta concepción de comunidad explica Guardini la Iglesia. Ésta es la comunidad de creyentes que participan de la Vida Nueva que trajo Cristo con su Redención. Con palabras de Guardini: 
"De este modo, la comunidad que es la Iglesia está vinculada esencialmente al individuo, y éste está sujeto a la comunidad y los dos juntos consitiuyen la vida nueva (...) el gran acontecimiento fundamental del cristianismo -la vida nueva- sólo se realiza como Iglesia y como individuo, tanto aquélla, como éste claramente definidos en sí mismos, pero, a la vez, en relación recíproca" (El sentido de la Iglesia,  37).
 El individuo no está antes que la Iglesia, ni ésta oprime, controla, o anula al individuo. La Iglesia es posible porque el individuo cristiano vive una relación con Dios única, personal e individual, pero la vive en la comunidad que es la Iglesia. Guardini afirma que tanto la persona como la comunidad eclesial son causa de la Iglesia y ninguna puede ser sometida a la otra. Aquí no hay un sacrificio del individuo por la comunidad como hace el Estado Totalitario moderno (Cfr. El sentido de la Iglesia,  38). Escribe Guardini: "No existe la Iglesia, si ella absorbe en sí al individuo, si éste tiene que esforzarse para alejarse de ella para poder llegar a ser él mismo. Quien piensa así no sabe lo que es la Iglesia. En tanto digo Iglesia, también digo persona, y cuando hablo de mundo interior cristiano, de inmediato se hace presente el universo de la comunidad cristiana." (El sentido de la Iglesia,  38).

Quien a vosotros escucha a mí me escucha
Ahora bien, también subraya nuestro autor algo muy importante. Si bien el individuo y la comunidad se presuponen el uno al otro, viven el uno en el otro, la relación entre los dos está caracterizada por la jerarquía y autoridad de la Iglesia frente el individuo, porque así lo quiso el Señor: "Quien a vosotros me escucha a mí me escucha",  "lo que tú ates en la tierra quedará atado en el cielo". Sobre esta autoridad hemos hablado en este blog y seguramente tendremos que volver a hacerlo a lo largo de estas entradas. Por ello, y dado que hoy examinamos la relación individuo-comunidad, no profundizo en el tema, remitiendo a lo ya dicho y esperando volver a hacerlo próximamente.

Termino con un par de citas de Guardini que dejo a la consideración presonal de los lectores. La primera es ésta:  
"La iglesia se hace insoportable cuando no la percibimos como sustrato de la propia vida personal, cuando la visualizamos como un poder que se pone frente a nosotros; poder que no interesa en lo más mínimo a nuestra voluntad vital más íntima, ya que la limita o la sofoca. (...) Por el contrario, una gran y consoladora alegría experimenta quien descubre el sentido de la Iglesia, quien ve cómo ella es condición esencial de su existencia personal y el camino hacia la más acabada perfección; o quien interioriza la profunda solidaridad de su propio ser y el de la Iglesia (en cuanto uno vive por el otro) y percibe que la perfección y grandeza de uno de ellos constituye tambén la del otro" (El sentido de la Iglesia, 41) .
La segunda nos desafía con una tarea:
"A la época venidera le está encomendada la tarea de percibir, correctamente de nuevo, la relación entre Iglesia y persona. (...) Cada  época tiene su tarea, incluso en el desarrollo de la existencia religiosa. La tarea medular de nuestro tiempo consiste en examinar de qué manera la Iglesia y el individuo están unidos entre sí, cómo aquella vive de éste, cómo, dentro de esa relación, se fundamenta la autoridad de la Iglesia. Dicho de otro modo; examinar todo esto y hacerlo fundamento de nuestro ser y de nuestra existencia es lo que la hora presente está reclamando." (El sentido de la Iglesia, 40).
Tomar conciencia y vivir cuanto hoy hemos expuesto hace parte del contenido de aquella exclamación con la que iniciamos nuestras entradas sobre la Iglesia: "la Iglesia despierta en las almas". Con esto, sí que temino por hoy.




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