Páginas

martes, 28 de octubre de 2014

La iglesia (V): el ámbito de la libertad

Si decíamos semanas atrás que la Iglesia era el ámbito de la plenitud humana, hoy afirmamos que es el lugar donde el hombre puede alcanzar su plena libertad. El ser humano posee una voluntad libre, pero siempre está amenazada y condicionada por diversos elementos, algunos de ellos de índole temperamental o psicológico, y otros de carácter ambiental o cultural. Quisiera detenerme en estos últimos. El sentido de la Iglesia (San Pablo, Buenos Aires, 2010), obra de Guardini que venimos comentando últimamente, contiene en su capítulo cuarto una serie de reflexiones en relación a los modos de pensar, las categorías que caracterizan a las diversas épocas y la influencia que tienen éstas en la libertad del hombre. Así escribe: 
"Piensen, por una única vez, con cuánta intensidad y poder domina esa confluencia espiritual. ¡Lo que consigue una consigna o una expresión de moda, en cuanto puede extenderse a círculos más amplios que a su vez la relanzan! Nadie puede sustrarse totalmente a su influencia. ¡Cuán poderosos son los hábitos espirituales de una época! A veces, son tan poderosos que se acpetan ciertas ideas con una confianza casi dogmática; ideas que, por lo general, son abandonadas en cuanto las circunstancias se modifican"(El sentido de la Iglesia, 61).
La Iglesia ejerce un poder liberador sobre el individuo frente a estos condicionamientos culturales y ambientales. Por su propia naturaleza, la Iglesia juzga y valora la realidad lejos de las categorías relativas de un lugar (nación, pueblo, etc.) y un momento (siglo, época) concretos, sino en relación a la verdad de la Revelación y buscando el bien del hombre. Cuando surge un pensamiento nuevo, una nueva perspectiva, moda, ideología, capta la atención de su tiempo por su novedad. Pero la novedad no está unida necesariamente a la verdad. Guardini nos recuerda a modo de ejemplo el atractivo que ejerció el pensamiento asiático en Occidente: 
"Si una cultura aún no conocida entra dentro de la perspectiva de un pueblo y resulta afín a éste, ejerce un poder fascinante sobre ese pueblo. El mundo asiático produce hoy tal efecto. Lo mismo sucede con las nuevas orientaciones artísticas, con los nuevos dogmas políticos, etc., y hasta con las nimiedades de la indumentaria y del comercio" (El sentido de la Iglesia, 63-64). 
 De algún modo  quien vive con la Iglesia queda liberado de los condicionamientos de las corrientes efímeras que van macando las épocas y que terminan desapareciendo. "Mediante la Iglesia, la eternidad se introduce en el tiempo" (El sentido de la Iglesia, 62). "La Iglesia está presente como la gran escollera que se enfrenta al torrente de las modas espirituales. Es el poder que se ubica ante cada circunstancia histórica, sea cual fuere. Contra todo poder que amenaza esclavizar al hombre: teorías científicas, doctrinas políticas, ideales humanos de perfección, tendencias anímicas y psicológicas, etc., "(El sentido de la Iglesia, 63).

Así, surge una paradoja para quien se mantiene fiel a la Iglesia en medio de los vaivenes de una época determinada: "Curiosamente, pero nadie es más escéptico e interiormente independiente frente a 'lo que todos dicen' que aquel que vive realmente con la Iglesia. Si el hombre renuncia a estar ligado íntimamente a la Iglesia, sin más, sucumbe, frente a la ilusión tiránica del medio ambiente, hasta caer en la superstición" (El sentido de la Iglesia, 64-65).

La actualidad de estas reflexiones es obvia, cuando nos vemos amenzados por lo que se ha venido a llamar el pensmiento único. Se trata de una especie de totalitarismo cultural que ejecuta a través de los medios de comunicación a quien no suscribe sus dictados e ideas. Así, son criticados hasta el descrédito intelecutal y moral quienes se oponen al aborto, la eutanasia, la reproducción asistida o la experimentación con embriones, aun cuando las investigaciones científicas apoyen sus argumentos.


No hay comentarios:

Publicar un comentario