En muchas ocasiones hemos acudido en este blog al ensayo Libertad, que se encuentra en el libro Preocupación por el hombre, Ediciones Cristiandad, Madrid, 1965. Es muy valioso lo que allí se dice sobre la relación entre la verdad y la libertad y cómo esto se aplica y desarrolla en diversos ámbitos de la vida humana como puede ser el profesional o el familiar. De todo ello hemos tratado en este blog. Sin embargo, nunca he hablado aquí de lo que comenta Guardini en este escrito acerca de la libertad de información.
Mi interés por este tema nace de dos preocupaciones. Por un lado, entiendo que una de las condiciones de posibilidad de una democracia moderna es el derecho a la información, y por lo tanto la necesidad de comunicar aquello que tiene objetivamente interés general para la ciudadanía. La libertad de hacerlo por parte de los medios de comunicación y el derecho a exigirlo por parte del ciudadano es, como decía, la condición de realización de una democracia moderna, pues posibilita el conocimiento, la consiguiente reflexión y finalmente la libertad de voto. Pero por otro lado, detecto una interés cada vez más acentuado, ya sea en los medios de comunicación como en el ciudadano medio, por informaciones que carecen de relevancia para el interés general y el bien común de una sociedad, centradas en la esfera privada y personal de personajes públicos o no. Esto es llevado al extremo por quienes eliminando el pudor natural que protege la vida privada la exponen sin tapujos haciendo de ello un negocio. Ese afán de mostrar la privacidad, que creo que se ha incrementado con el uso de la redes sociales, no me parece humano ni que nos haga crecer como personas. Sobre el afán sensacionalista de algunos medios Guardini tiene reflexiones muy interesantes en el ensayo que venimos refiriendo. Por ejemplo :
"Se va teniendo la sensación de que el dominio público, tiene derecho a enterarse de todo, y por eso puede meterse en todos los terrenos, aún en los más sensibles, hasta ahora defendidos por el respeto, el tacto y el pudor. Más aún, de la pretensión de información proviene una pretensión, cada vez más descarada, de sensacionalismo: cuanto más privado es el hecho, más apremiante el deseo de enterarse de él" (Libertad, en Preocupación por el hombre, Ediciones Cristiandad, Madrid, 1965, 140).
Este comportamiento no es inocuo. Ese derecho a la información del ciudadano y la libertad para ofrecerla por los medios descansan en la dignidad de la persona humana. Y es precisamente lo que vulneran estas prácticas. En un estado totalitario la esfera personal y privada se intenta eliminar, sin embargo, en una democracia es uno de los deberes a salvaguardar. Mientras el estado totalitario quiere controlar el pensamiento de sus ciudadanos, la democracia fomenta la libertad de pensamiento que se cultiva en lo privado y personal aunque pueda luego tener su expresión y acción en la esfera pública. Se hace necesaria hoy más que nunca una preocupación por proteger la intimidad de las personas. Se hace necesaria una ética de la comunicación: "Las nuevas posibilidades de información no han encontrado todavía en absoluto su ética, sino que corren locamente y perjudican al organismo de la sociedad democrática. Deben dar lugar a un sensibilidad sobre cuándo una información no sólo es correcta, sino sensata y decente" (Libertad, en Preocupación por el hombre, 141).
Termino refiriendo un pequeño escrito (Comunicación y poder: una aproximación filosófica) que publiqué en el número 1 de la revista Comunicación y hombre, donde abordo esta cuestión desde diversas perspectivas y donde también se encuentran algunas ideas tomadas del protagonista de este blog: Romano Guardini. En aquel escrito distinguía entre noticias de un interés objetivo, pues afectan al bien común y al interés general de la comunidad, de las noticias de un interés subjetivo, es decir, que no siendo relevantes para el bien común despiertan un interés subjetivo, quizás basado en una curiosidad malsana latente en todo humano. Tenemos derecho a lo primero pero no a lo segundo. Tenemos la obligación de estar informados de lo primero para participar responsablemente en el bien común de nuestra sociedad y tenemos también la obligación de obviar lo segundo para respetar la dignidad de muchos miembros de esa misma sociedad. Dicho esto que cada uno haga su análisis de la situación actual.
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